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Ignacio F. Garmendia
Víctimas
Lo de Panamá es una tensión hasta hace nada inexistente que hoy está puesta, muy discretamente y con relativo poco ruido, encima de la mesa de ese conjunto de irrealidades que, si no asumimos pronto que tienen muchos visos de prosperar, lo único que dejará como irreal es el mundo que conocíamos. Trump, extremo de la polarización que, por ahora, no tiene némesis que lo amortigüe, ni que decir ya que lo compense, tiene pretensiones en Panamá. Es decir, quiere controlar el Canal de Panamá.
Estados Unidos lideró la construcción del Canal como parte del apoyo norteamericano a la separación de Colombia de la actual Panamá. Desde 1914 que finalizó su construcción, Estados Unidos ha administrado el Canal durante casi todo el siglo XX. En 1977, los tratados Torrijos-Carter acordaron transferir gradualmente el Canal a Panamá. Desde 1999 el control del Canal es totalmente panameño a través de la denominada Autoridad del Canal de Panamá (ACP), una entidad estatal panameña creada en la propia Constitución, que gestiona los intereses del Canal para invertir sus beneficios en el desarrollo panameño. Obviamente, si la semana pasada el presidente de Estados Unidos ordenó al Pentágono estudiar planes para recuperar el Canal, el valor que la actual administración otorga a los compromisos adquiridos por el presidente Carter (mantenidos por las dos administraciones Reagan, por la de Bush padre, y finalizados en el primer mandato de Clinton) es cero o próximo a cero. Para Trump la ACP es solo una empresa y cualquier empresa se puede controlar. Trump no tiene interés alguno en el territorio panameño, solo tiene interés en administrar la empresa del Canal. De hecho, si se lo ponen fácil, lo cual es complicado desde el punto de visto jurídico constitucional, Panamá, el territorio, se beneficiaría, dirá, de su generosidad y, quizás, ceguera parcial.
En el fondo, Trump vuelve a plantear el relato de la defensa del interés estadounidense por encima de todo, lo que tiene una venta extraordinaria allí, y sostiene que China tiene el control real del Canal y que para que lo tenga China, tan cerca de las costas americanas (éste es el nivel de la explicación, pero capta la atención de sus compatriotas) que lo tenga Estados Unidos. No es formalmente cierto que China tenga el control sobre el Canal, lo tiene Panamá, pero no ayuda a desmentir el espantajo que Trump expande el hecho que China se queje por las operaciones de inversión, lideradas por BlackRock, sobre dos de los cinco puertos adyacentes del Canal. Curiosamente, los dos puertos, Balboa y Cristóbal, son operados por la filial panameña de un grupo de Hong Kong, que es China. Son empresas y se pueden comprar.
Igual ni hace falta modificar acuerdos de los setenta. Lo irreal, igual, dentro de poco, es que firmaran.
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