Los jueces me tienen manía

¡Oh, Fabio!

20 de diciembre 2024 - 03:05

Tío Fernando Sáez era abogado y agricultor en una lejana provincia de ultramar. Era difícil no tenerle afecto a aquel canovista de espíritu burlón, amante de la historia local y las sinfonías de Beethoven, que escuchaba en un enorme radio-casette más ruidoso que los timbales de la orquesta. Lo recuerdo ahora en el desayuno, leyendo el Diario de Avisos para no perderse un detalle de la que era su pasión en ese momento: el juicio por el asesinato de los Marqueses de Urquijo, el suceso que sacudió el verano español de 1980. Tío Fernando, hombre enérgico en sus maneras y experimentado letrado, después de leer la crónica judicial, exclamaba con tono desengañado: “El único juez honrado es el de primera instancia”. Estaba convencido, como tantos españoles del momento, de que se le estaba dando un apresurado carpetazo a un caso que iba mucho más allá de las miserables maquinaciones familiares.

Si hoy traigo a la memoria a tío Fernando no es sólo por el mero placer de su evocación, por escribir su nombre y resucitarlo aunque solo sea unos segundos, sino también para decirle, estimado lector, que esto de largar de los jueces y su honradez es algo tan antiguo como la diosa Aurora de dedos rosados. De hecho, la figura del juez prevaricador, carne de todos los infiernos prometidos, es una vieja conocida en la literatura clásica occidental.

Lo que no es tan común, sin embargo, es que todo un Gobierno y los partidos y medios de comunicación que lo sustentan se empleen a fondo para desprestigiar a la judicatura. Y solo por el mero hecho de que dejen en evidencia que sus leyes son una chapuza o que a algunos de sus miembros los hayan pillado en las tan poco honrosas figuras del corrupto o la aprovechada. No estamos hablando de Trump y EEUU, sino del Gobierno que se prepara para celebrar el 50 aniversario de la victoria de una flebitis.

Lo bueno de estas campañas es que dan pie a momentos hilarantes, como cuando un juez prevaricador y sectario (nos referimos a Garzón, claro) sale en la prensa de progreso poniendo en duda la honradez de nuestro sistema judicial –¡él, que más que nadie ha colaborado en su politización y desprestigio!–; o cuando el mismo partido del presidente que se ha cortado un Tribunal Constitucional a su medida afirma eso de que los jueces no han hecho la Transición para insinuar que podría tratarse de unos peligrosos criptofranquistas. En resumen, que al parecer los jueces le tienen manía al Ejecutivo por el mero hecho de ser de progreso. Y hay gente que se lo cree. Y nos lo explica.

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