Félix Ruiz / Cardador /

La lectura como salvación

La vida vista

23 de abril 2013 - 01:00

TAL día como hoy cuentan que murieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare, a los que en general se les suele considerar como los dos grandes genios que han dado la lengua española e inglesa a lo largo de su historia. Mucho más cervantino que shakesperiano, lo admito, entiendo que esto de luchar en favor de la lectura se ha convertido en estos tiempos en algo así como luchar contra los gigantes, aunque hoy no tengan forma de molinos de viento sino de teléfonos móviles inteligentes y de otras tecnologías al uso. Decía el otro día el escritor Manuel Vicent, encargado de inaugurar la Feria del Libro de Córdoba, que los lectores están llamados a convertirse en una tribu minoritaria, algo que uno ha dicho en alguna ocasión en este mismo hueco en el que escribe a diario. El problema básico, el fundamental, es que leer requiere de cierto esfuerzo de imaginación y de concentración, y por culpa de las prisas de estos tiempos y de la pereza propia de gentes que para tomar una café sólo tienen que pulsar un botón cada vez es más infrecuente encontrar a alguien que tenga el tiempo, las agallas y el corazón suficiente para embarcarse en una lectura de embergadura como las emprendían nuestros ancestros más cultos y ociosos -que no todos, evidentemente-. Yo hoy, sin embargo, no quiero lanzar sermón alguno y sólo aconsejo a todos los que aquí se detengan que lean, que lean mucho, todo lo que puedan, lo que caiga en sus manos. Que lean a Paulo Coelho, al que reconozco que detesto, o que lean a Raymond Chandler, al que tanto admiro. O que lean a Borges, a Corín Tellado, a Stephen King, a un genio despeinado llamado Sánchez Ferlosio, a ese eterno ligón llamado Garcilaso, a Ana María Matute, a mi idolatrado Graham Greene, a Milan Kundera, a Machado, a García Baena, a Haruki Murakami, al gran Solano Márquez o a quién demonios escriba Geronimo Stilton. Incluso a Ana Rosa Quintana. Que lean, en fin, sólo pido que lean. A quien sea, incluso a los peores, pues sólo desde una sociedad más leída saldremos de este laberinto abominable. En todo caso, feliz Día del Libro. Y felices lecturas. Muy felices.

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