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LA Feria del Libro provoca en mí una especie de síndrome de abstinencia tremendo porque pasaré por allí cada día camino del trabajo y me dan ganas de pararme durante horas a disfrutar de los volúmenes, a manosear su tersura, a olfatear sus entrañas. Quienes hemos tenido al suerte de crecer rodeados de libros, hemos aprendido a amarlos y que su futuro sea una incógnita nos genera una desazón terrible. Quizá el libro sea uno de los símbolos de un tiempo, el de la realidad palpable, que se nos escapa de las manos para dar paso a lo virtual. El vacío que presentaba ayer a primera hora la feria ubicada en el Bulevar puede ser un símbolo de que llegan nuevos tiempos, de que el producto puede quedar como un recuerdo del pasado víctima del rumbo que trae el futuro. Los recortes en educación, la entrada en escena del libro digital y la vida en un mundo apresurado de mensajes cortos e instantáneos constituyen las antípodas del sosiego y la reflexión que representa el libro de toda la vida. Es positiva la llegada de la tecnología como fuente de riqueza, de universalización de la cultura, pero pienso que nunca se deberá dejar de la mano el libro físico por lo que representa como tótem de la cultura. Y debemos enseñar a las generaciones venideras en la alternancia de los dos valores: el del mundo real y el del mundo virtual. Tenemos que ser conscientes de que a la inmediatez de internet y sus múltiples ventajas tenemos que añadir la fuerza conceptual del libro porque si no corremos el riesgo de quedarnos en lo superficial, y eso no nos hará libres. Más al contrario, seremos más manipulables porque haremos caso a flashes informativos más que a reflexiones en profundidad. De ahí la importancia del libro físico, pues de momento el hecho de que la gente se pueda bajar una obra de internet no ha supuesto un incremento de los índices de lectura.
Es tiempo de recortes en la educación y la merma que van a sufrir los centros educativos tanto en el plano cualitativo como en el cuantitativo la van a sufrir generaciones de niños y de jóvenes muy familiarizados ya con lo digital. Será necesario por tanto que las familias se impliquen como antaño en la educación doméstica porque es evidente que vamos hacia atrás. De un tiempo a esta parte las inversiones en educación y la reducción de ratios en las aulas no han supuesto un descenso del fracaso escolar apreciable ni se ha mejorado el nivel educativo de los españoles precisamente porque el cordón umbilical de la educación en la familia se mantiene casi al borde de la ruptura. Por eso son importantes los libros, por eso es importante que los padres lleven a sus hijos a la Feria del Libro y les imbuyan de toda la cultura física, insisto, física, que se exhibe en esos estantes. Que los toquen, que los sientan, que sepan que su futuro depende de esas obras. Porque lo virtual nunca podrá hacernos sentir la textura del libro ni su aroma. Eso es todo un símbolo.
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