
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
El AVE y otros desastres
Yo no me podía figurar cuando la semana pasada publiqué esta columna que una parte del Renew que allí reivindicaba llegaría tan pronto. El lunes, cuando, probablemente, y como es de lo más normal, la columnita pasase a la posteridad del olvido de los papeles, el Papa Francisco murió. Con la muerte de Francisco se abre una etapa inmediata, pero transitoria, de sede vacante y tras los nueve días que sigan a su multitudinario funeral y entierro, el cónclave podrá comenzar. No se sabe con certeza cuándo, pero no será mucho más tarde del cuatro de mayo, al cumplirse la novena. El cónclave que vendrá elegirá al nuevo Obispo de Roma. No tengo idea de a quién sugerirá el Espíritu Santo, pero creo que la Iglesia universal, y los espectadores de alrededor, sí tienen una idea bastante generalizada de qué anda sugiriendo el Espíritu Santo sobre el qué, cuando cualquiera de sus miembros escucha.
La iglesia de arriba, el cardenalato, la curia, las conferencias episcopales, los palacios arzobispales, los obispados y cualquier ornato institucional son claramente Iglesia, pero no toda la Iglesia. La iglesia de abajo y del medio y de la normalidad, donde el Espíritu Santo también sopla, y que no falte, es la parroquia, los muchachos de la catequesis, los voluntarios de Cáritas, las gentes de MIES, por ejemplo, los sacristanes de todo, los mayores sibilantes con su rosario repetido, los coros festivos de los domingos y los matrimonios que ofrecen sus casas a otros matrimonios en una charla de iguales para ayudarse y ayudar con las durezas del compromiso. Digo, por poner casos. Son también Iglesia todos los que quieren ser y no están porque normas humanas, hechas con la mejor voluntad de cumplir la voluntad de Dios, impiden el acogimiento a que aspiran: son los divorciados, los gays, las lesbianas, por citar otros. Son también Iglesia, si tienen la voluntad de serlo, los que están fuera de casi todo, desprotegidos por la inmigración, por el abuso sexual, por la explotación sexual, por enseñar la patita en este campo de miembros potenciales. Articular la necesaria, pero muy recargada, iglesia institucional para que proteja y conviva con la Iglesia real, incómoda, necesitada, expectante y devota, es el qué que sopla el Espíritu Santo. Esas son las puertas que tienen que abrirse. Si no hay llaves, habrá que pedirlas.
En breve, se encerrarán con llave los príncipes de la Iglesia. Su pueblo va a seguir a cielo abierto, confiados en que descubran en su intimidad decisora que, como escribió Pablo, “solo una cosa es necesaria, el amor a Dios”. El chófer no decide el destino, solo facilita el viaje. El coche que dirigen es del Jefe y el Jefe quiere a cuantos más mejor viajando. Entender, antes que juzgar. Acoger, sin preguntar de dónde. Perdonar, sin importar qué. Lo relevante, lo fundamental, sea quien sea, es el qué: pues eso, querer. Igual Francisco, que ya ha llegado, nos echa a todos un cable.
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