
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La falla Pumpido
Alejandro Sanz tiene una canción que me gusta mucho, No es lo mismo. Tendría su coña que en el imaginario del partido que se lleva pegando tiros en el pie un tiempo a nivel local, provincial, autonómico y nacional (federal, sideral, galáctico y universal), ese que en los buenos tiempos perdidos se parecía a la gente que lo votaba, el qué más, dirigidos por el mediocre Felipe, en tándem con Guerra, de ministros simplones como Solana, Maravall, Lluch o Rubalcaba, que transformó un poquito nada más este país bendito, ese partido que ya no está, pusiera de musiquilla estimulante en los pasilleos congresuales de su proceso actual, la canción aquella de Sanz: que no es lo mismo, podrían insistir, pero, por mucha poesía musical que esforzasen, la prosa cansina que ofrecen señala lo contrario, que lo es, lo mismo.
Una de las partes que me gustaba más de la canción es esa que dice “no es lo mismo arte que hartar, no es lo mismo ser justo que ¡qué justo te va!, verás, no es lo mismo tú que otra, no es lo mismo…”. Pues, nada, en el periplo andaluz de la renovación del PSOE, versión Montero, dulce de membrillo Puente Genil censurable, lo mismo, mismito, mismo. Harta y va justito. Ni se vislumbra en el horizonte próximo que se pueda ganar el partido (sigue Sanz, “no gana el que tiene más ganas, no sé si me explico…”), ni se ve ahora que haya partido para ganar. Podrán caer alcaldías de un lado a otro, tan inexplicable y poco edificante en términos de democracia comprensible es que se censure en Peñarroya como que se pretenda en Puente Genil, pero ganar por hondura de proyecto y solvencia de liderazgos es algo que se antoja improbable.
“Las listas negras, las manos blancas…”. En realidad, la cooptación es el lenguaje natural de estos partidos de pacotilla que antes justificaban muy bien su posición de prestigio y protección constitucional y hoy hacen partirse la caja a cualquier observador comprometido e independiente. Cooptación es nutrir las vacantes por decisión de los componentes del cuerpo donde la vacante se produce, pero está deformada a una conjura de los necios, poderosos sobre lo que fue una tarta aceptable y ahora es un phoskito mal envuelto y caducado: si alguien tiene una idea brillante, todos los necios se conjuran contra él (¡ay, Kennedy Toole!).
Lo bueno, “recetas pa’ la desilusión”, es que, siendo lo mismo, no espero a la conclusión por si una novedad furtiva se colara, “pomada pa’ tos’ los dolores”. Ni retraso la entrega, ni albergo esperanza. Cordobesas, cordobeses (y andaluzas, andaluces): esto es lo que hay; que digáis no querer arroz, no es razón para no ofreceros dos tazas, ¿qué sabréis vosotros? Igual un día (hartitos, justos, con ganas, blanco sobre negro, deshaciendo conjuras) nosotros, cordobesas, cordobeses, andaluces, andaluzas, contestamos: “Vale, que a lo mejor me lo merezco; bueno, pero mi voz no te la vendo; puerta, y lo que opinen de nosotros, léeme los labios, yo no estoy en venta”.
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