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Ha eclipsado el doblete de Haaland con el Manchester City, la suplencia de Cristiano con el Manchester United, las rimas de Cucurella con paella entre los aficionados del Chelsea. El sábado que empezaba la Premier, Inglaterra y el mundo entero, porque el Brexit no entiende de dolores, se sobrecogían con la noticia de la muerte de Archie Battersbee, un niño de 12 años que hace cuatro meses quedó clínicamente muerto al participar en un reto viral de la red social Tik Tok. Por mandato judicial, los médicos, contra la opinión de sus padres, decidieron desconectarlo de los conductos que lo mantenían en unos niveles de vida vegetativa.
Así y todo, ha sido el héroe de esta jornada balompédica, si nos atenemos a las palabras de Holly Dance, su madre. "Con profunda tristeza vengo a decirles que Archie falleció hoy a las 12:15. Sólo puedo decirles que soy la madre más orgullosa del mundo. Qué niño más hermoso que luchó hasta el final".
La ONU no da crédito a las cifras de niños que han fallecido en Ucrania; son legión también los que mueren en ese intento suicida de cruzar en pateras las aguas del Estrecho y los mares que lo circundan, cruces en los camposantos del Mediterráneo y en el Atlántico; o los niños que se lleva sin cuota de telediario la hambruna de África agravada por la falta de víveres provocada por la locura de Putin.
Pero esta muerte de Archie es un punto y aparte. Muchas manos lo empujaron a ese dramático final, pero ninguna pudo evitarlo. Doce años. Aprendería a caminar cuando Londres acogió los Juegos Olímpicos de 2012; le llegarían con la indiferencia de la edad lo ecos de la salida de la Unión Europea de su país; y ya estaba clínicamente muerto cuando Boris Johnson presentó su dimisión.
En la Basílica de San Antonio de Padua, en Italia, hay un púlpito que esculpió Giovanni Pisano. Relata en relieves la historia de Jesús. Uno de ellos describe con crudeza la matanza de los Santos Inocentes con las madres impotentes y desesperadas. Archie ha sido víctima de una matanza posmoderna, viral, estúpido epíteto de estos tiempos en los que las soledades se miden en multitudes. Ha muerto por delegación, por dejación. A la edad en la que los niños de Dickens se doctoraban en desparpajo entre el hollín y la neblina de la revolución industrial.
No hablo de controversia ética, sino de desierto moral. La vida de Oliver Twist siempre estuvo rodeada de amenazas, de sujetos pérfidos. El mal actual tiene otras herramientas mucho más sutiles y perversas. Todas ellas se utilizaron para acabar con la vida de Archie, el niño más bonito del mundo, pero nadie da la cara. Nadie. El Tik Tok se convirtió en un trágico Tic-Tac en el que la guadaña, como la banca, siempre gana.
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