Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Amenazado. Tremendamente hastiado de lo que pasa y no eliges. De lo que tienes que hacer. Cuando trabajas, cumples. Cuando resuelves, cumples. Cuando eres persona, en tus condiciones, las que sean, hijo, padre, cumples. Cuando cumples, agota. Inevitablemente amenazado por el paso inexorable de cada día, que es uno más; por presumir de hacerlo distinto del anterior, porque lo sea; porque no llega, porque se va.
Personalmente amenazado por uno mismo, que se conoce porque se ha visto y que se gusta y se teme a partes iguales, pero cuando el equilibrio se reordena y cae de la parte plácida o de la parte incómoda, sabe que viene tormenta, que es huracán, y que el viento arrastra lo que amenaza y lo que no. Amenazado por una lotería permanente, la que no toca nunca pero un día sí y, entonces, el viento golpea y agarras la cuerda para amarrarte a la amenaza amenazada, a la normalidad por corriente, a lo corriente por conocido.
Completamente amenazado por ser verso libre. Un texto en prosa que no se halla. Una poesía que no se define. Un permanente desasosiego por vivir en tierra de nadie, haciendo de la tierra que pisas la tuya, picando bandera, conquistando terrenos por encargo, sin sentirlos tuyos, explorando territorios porque toca avanzar, sin sonar uno los tambores. Mirar atrás y saber exactamente de dónde se viene, mirar adelante y no saber dónde se llegará. Mirarse al momento y querer parar, pero también seguir el viaje.
Agónicamente amenazado por la falta de aire, por el poco aliento, por la velocidad del rayo, por lo que se va y no vuelve, por lo que no ha estado y queda atrás, por el tiempo invertido, por el tiempo perdido, por el tiempo ganado. Por el tiempo.
Obligatoriamente amenazado por la responsabilidad que conmina a hacer lo que debes, aunque andes así, hastiado, vivido, temido y amado, buscando, asfixiado. Lo que quieres. Lo que eres. Lo que tienes. Lo que no. Por la libertad.
Tiempo y libertad. Silencio. Pausa. La mar océano que viene. El sol que sale cada mañana. La tarde que cae cada día. Tiempo y libertad. Desnudo con toda tu ropa. Quieto. Con el pulso de estar, cuando sea allí, disfrutando de cada sístole y mirarte y sonreír. Descubrir un atlántico de volcán, con todos, buscar un atlántico de luz, por gusto contigo, refugiarte en un atlántico de verde, savia que aguante. Y saber así que la amenaza es riesgo. Y el riesgo es la vida. Y la vida, tiempo. Y la libertad, elegir. Y la elijo contigo. Y sé, seguro, que la medida del tiempo eres tú, estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Sin ti solo hay amenaza y contigo no se va, pero se vence. Y me encuentro. Y me armo y respiro y amo. Radicalmente normal, completamente heterodoxo. Existo, resisto, insisto y vivo.
Y doy las gracias por Borges.
Y sé que vuelvo y, a la vuelta, si se quiere, nos leemos.
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