Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Gafas de cerca
Hay dichos realmente irritantes. Por ejemplo, este: “Tenemos los políticos que nos merecemos”, solemos decir con resignación. Dan ganas de replicar: “Te los merecerás tú”. Creo que la Alemania de los inicios políticos del Partido Verde sí se merecía a Petra Kelly haciendo punto en el Reichstag, como también somos todos dignos de contar con una comisaria europea –la sueca Ylva Johansson– que hacía ganchillo hace poco mientras Ursula Von der Leyen, su jefa, pronunciaba el discurso sobre el estado de la Unión. Dice otro topicazo que las mujeres sí saben hacer dos cosas a la vez: coser y escuchar, en este caso. Enfocando a la Carrera de San Jerónimo, me niego a ser merecedor de que dos parlamentarios, Iglesias y Doménech, se besasen en la boquita; un numerito estomagante. Claro que aún más inmerecido fue ver a una diputada, la inefable Celia Villalobos, roncar en su escaño o jugar al Candy Crush con un iPad que allí dan de gañote. Villalobos afirma que aquí echamos muchas horas en el trabajo porque hablamos de motos, del Real Madrid o del Betis (por cierto, mi tío Antonio y mi padre nos adoctrinaron con frases como esta: “Viva nuestro Betis bueno... que no nos lo merecemos”). Qué hemos hecho para merecer a un golpista de salón, perdedor de elecciones con una miseria de escaños, dominar tiránicamente la política española, que, según proclaman sus huestes, les importa una higa. Me niego a asumir como tara propia al profeta destacado en Waterloo.
¿Merece Estados Unidos sus candidatos a la presidencia? Qué habrán hecho los del “país de los libres y el hogar de los valientes”, como dice su himno, para tener a un rijoso y grotesco Trump que amenaza con volver a la Casa Blanca, después de haber azuzado a las hordas friquis a asaltar el Capitolio. ¿Merecen a Biden? Con este hombre me solidarizo después de que un informe de un fiscal –nadie lo acusa de lawfare: a ver si aprendemos– diga que es inelegible porque no se acuerda de qué años fue él vicepresidente ni cuándo murió su hijo. Suelo dudar de si mi hija nació un 27 o un 28, y no la puedo querer más. Tampoco recuerdo qué año fue el Mundial de España, y lo viví como si no hubiera un mañana. Tengo veintitantos años menos que Joe, ¿se supone que se me debería aplicar la 25ª Enmienda, e inhabilitarme? “Argumentativo, señor fiscal”, como dicen en las pelis de juicios. En fin, Italia sí se merecía a Giulio Andreotti, “el jorobado”, que estuvo en el machito hasta bastante más viejo que Biden, haciendo equilibrios entre el bien y el mal. Para constatar esta opinión, sería un buen plan ver esta tarde Il Divo, de Sorrentino.
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