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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
La aldaba
En esta sociedad sin maestros, donde el dinero ha sustituido al prestigio, los profesores universitarios se comportan como críos vanidosos en las redes sociales, la escala de valores hace tiempo que dio un vuelco radical y se pondera más a un influencer que a un joven que se esfuerza por ganar una oposición y labrarse un futuro propio, no extraña lo más mínimo que el Ministerio de Ciencia haya retirado de sus premios principales los nombres de Ramón y Cajal, Menéndez Pidal y Gregorio Marañón. Laminados por el poder oficial, el mismo que echa por tierra a Juan de la Cierva con un informe de la Secretaría de Memoria Histórica que ahora lo considera franquista. España arrastra un problema muy serio respecto un asunto muy específico de cuanto ocurrió de 1936 a 1975. No podemos dejar de reconocer que en esas décadas hubo grandes científicos, buenos profesores, deportistas sacrificados, artistas de reconocido prestigio, maestros de gratísimo recuerdo para miles y miles de alumnos, catedráticos que fueron grandes maestros, un cuerpo de juristas de prestigio innegable... Y que trabajaron y vivieron en el tiempo que sencillamente les tocó vivir. ¿Cuándo normalizaremos la valoración de los profesionales de estas ramas y disciplinas diversas como se merecen sin necesidad de tildarlos de franquistas porque les tocó existir, progresar y esforzarse en el tiempo de la dictadura? Es cicatero además de injusto restarle mérito a muchos personajes que contribuyeron a dejar una sociedad mejor. Ésta sí que es una asignatura pendiente que íbamos camino de aprobar hasta que el avieso Zapatero, el peor y más dañino presidente del Gobierno que ha sufrido este país, se encargó de volar los cimientos de la concordia, destrozar el socialismo moderado y poner las bases para el movimiento sanchista. Ahora viene el ministro de los trajes arrugados a borrar a Ramón y Cajal, que murió en 1934, Menéndez Pidal y Marañón. Era una demanda que estaba en la calle, claro. Cuando más falta nos hacen las referencias, los modelos de esfuerzo y dedicación, el reconocimiento a los investigadores y el fomento de los valores que nunca fallan, los laminamos de títulos oficiales que eran el justo homenaje que se les debía tributar. Ministro Duque, ha quedado usted como Cagancho en Almagro, o directamente como la Chata. Podrá tener un vasto currículum, pero ha dejado que la peor política condicione sus decisiones. Probablemente ha hecho caso a la voz de su amo. De nada me sirven sus títulos y su trayectoria. Es una decepción. No contribuye usted a una España mejor, sino sectaria, rencorosa e ignorante.
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