Eduardo Osborne

El ministro promete

Paisaje urbano

Del ministro Urtarsun nos asustaba su declarada condición de antitaurino y su extremismo

03 de enero 2024 - 00:30

En los lugares donde voto, para calibrar después la calidad de la lista ganadora, tengo por costumbre fijarme en la persona designada para el área de Cultura. Y debo decir que los últimos resultados son bastante decepcionantes. En Sevilla, donde la concejalía de Cultura la han ostentado personas de la talla de Ortiz Nuevo o Enriqueta Vila, está hoy dirigida por una diplomada en Educación Infantil cuya trayectoria profesional ha estado vinculada al deporte y a la representación de futbolistas. En Andalucía, pareciere que por historia y patrimonio está más que justificada un área de cultura fuerte y autónoma, pero sin embargo nuestro sonriente presidente prefirió diluirla en las más ricas aguas del turismo, y para dirigirla designó a un paisano malagueño experto en gestión… turística.

Del Gobierno de España más débil de la historia no se esperaba gran cosa, aunque el nombramiento ya lejano del fallecido ministro Guirao quedase como un buen recuerdo. La descarada intención del presidente Sánchez en su acuerdo de coalición de controlar los ministerios con más impacto económico y presupuestario dejó en manos de Sumar el nombramiento del responsable de Cultura, por lo que aquel no tenido más remedio que designar ante el resignado Jefe de Estado a Ernest Urtasun, prototipo de enfant terrible del comunismo pronacionalista, economista con ínfulas de diplomático (nunca un máster de Relaciones Internacionales dio para tanto) que ha desarrollado casi toda su carrera política en el Parlamento Europeo.

De Urtarsun nos asustaba su declarada condición de antitaurino (en buenas horas se transfirieron las competencias desde Interior a Cultura…) y su extremismo, que nunca puede ser bien recibido tratándose de una materia tan compleja y aquí, más si cabe, plural. La otra mañana en la radio, ya empezó a asomar la patita cuando puso sobre la mesa la eliminación de contenidos en los museos, con el ejemplo de Bélgica y sus excesos con el colonialismo, sugiriendo un paralelismo con el caso español. Desde luego, si se refería al descubrimiento de América y sus aledaños, tiene materia para empezar. Lo malo de todo esto no es ni su falta absoluta de idoneidad para el cargo, ni el sectarismo rampante, ni siquiera la ausencia mínima de conocimiento. Lo peor es su asegurada presencia durante la legislatura, por la sencilla razón de que quien podría reconvenirlo, o incluso cesarlo, está por pacto inhabilitado para ello.

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