En tránsito
Eduardo Jordá
Memoria histórica
La esquina
Todos los implicados en la proclamación de María Jesús Montero como secretaria general del PSOE andaluz y candidata a la presidencia de la Junta –las primarias son un puro trámite– estaban de acuerdo en la operación. Todos, menos María Jesús Montero. Nueva candidata a palos.
Sí, ha sido una decisión personal... de Pedro Sánchez. El único que decide sobre cualquier asunto de envergadura en el socialismo español, como se ha visto en las renuncias de Lobato y Tudanca. Pero el dedo omnímodo del presidente ha satisfecho el anhelo más generalizado entre la militancia andaluza, que se ha agarrado al liderazgo de Montero como al clavo ardiendo que la sacará de la depresión y el languidecimiento de los últimos seis años.
A Pedro Sánchez le sirve para su objetivo prioritario: acortar la enorme distancia de votos entre PSOE y PP en Andalucía y rescatar en parte la tradición de granero casi permanente de votos de esta comunidad que ha interrumpido Moreno Bonilla. No tanto por la ilusión de recuperar la Junta –que sería realmente ilusa– como por el objetivo más viable de aumentar su representación en territorio andaluz. Pensando en sí mismo: Andalucía aporta al Congreso de la nación casi uno de cada cinco diputados. Revertir la tendencia es la misión encomendada a Montero en la hora de su sacrificio más que de su ambición. El propio Juan Espadas, que ha perdido todas las elecciones celebradas bajo su mandato (andaluzas, generales, municipales y europeas) y se sabía condenado, no arrojó la toalla hasta tener la certidumbre de que su sustituta iba a ser la vicepresidenta, ministra y vicesecretaria general del partido, no un cualquiera del aparato socialista. De modo que la ha recibido también con alivio simulando igualmente una decisión estrictamente personal de retirada, por supuesto.
¿Y la protagonista? Digamos que resignada a su suerte. Consciente de que se encontraba en el peor sitio en el momento más inoportuno y escenificando un contento que no siente. ¿Cómo va a festejar que los hechos objetivos, su valía y la voluntad de Sánchez la lleven, cuando Juanma Moreno quiera, a abandonar los cargos más importantes que ha tenido y tendrá en su vida para embarcarse en una aventura que o está condenada al fracaso o, como mucho, a un éxito insuficiente para quien la ha designado, para el PSOE andaluz, para el PSOE federal y para ella misma.
Su destino es perder con dignidad. Y no hay apoteosis militante que lo pueda torcer.
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