Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Se comprende que la maniobra electoral de Sánchez –no sabemos aún si acertada o suicida– haya cogido con el pie cambiado a algunos, tal Alberto Núñez Feijóo, quien parece que hubiera preferido disponer de más tiempo para el consabido juego que ya tuvimos ocasión de observar en todo su desarrollo en Castilla y León: semanas y semanas de mareo de la perdiz para al final hacer, en plan sí pero no, no pero sí, por supuesto que sí, lo que cabía hacer: pactar con Vox, el único partido nacional que, no olvidemos esto, está dispuesto a pactar con el PP. Porque el PP podrá hacerse ahora todo lo remilgoso que quiera, pero no debería olvidar que durante décadas fue un apestado al que los demás partidos achacaban exactamente las mismas taras que ahora le parecen intolerables en Vox.
Lo malo de todo este absurdo y aburrido juego es que, además de desanimar a los votantes de ambos partidos, aumentar el ya palpable desafecto de los millones de simpatizantes de Vox hacia el PP y dar argumentos gratuitos a la izquierda para desacreditar los inevitables pactos, es que se pierde un tiempo precioso que debería estar ya empleándose en elaborar un programa marco que ambos partidos pudieran respaldar y que intentara resolver los graves problemas de las ciudades y pueblos donde es posible forjar nuevas mayorías. Un poner: Sevilla.
Discrepo de quienes sostienen que los principales problemas de Sevilla son la limpieza y la turistificación. Sin negarlos, quienes los acentúan parecen ignorar lo que significa la pobreza y la marginalidad en que está cayendo el gran cinturón de barrios obreros del este y el norte de la ciudad que, desde hace décadas, van degradándose sin que ningún gobierno municipal se haya planteado en serio cómo actuar. Como es sabido, según el INE, el Polígono Sur y Los Pajaritos con Amate son los peores barrios de España, y hay otras tres grandes bolsas de pobreza en Sevilla entre las trece más graves del país. Que con ese panorama, el futuro alcalde esté dispuesto a perder semanas en hacer que parezca que no pacta, en vez de trabajar desde ya en un gran plan de actuación frente a un problema en el que Sevilla se juega su futuro como ciudad, es simplemente inmoral. Mal empezamos la nueva etapa que tantos hemos visto llegar con ilusión grande y con alivio, sí, pero también con no pocas dudas a causa del desvaído perfil del candidato.
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