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Tuve un director que era hombre de frases lapidarias. Decía cosas como “el mejor tema es el crimen” o “el lector tiene la memoria de un pez”. Sin embargo, y eso lo digo yo, los periodistas suelen tener la memoria de un elefante. Es decir, larga y rencorosa. El otro día leí que un turista había fallecido en un accidente de safari, como le estuvo a punto de ocurrir al Emérito en Botsuana, descoyuntado por la coyunda. Al parecer, el desdichado se bajó para, imprudentemente, hacerle unas fotos a unos paquidermos y acabó como Manolete ante Islero. De la peligrosidad de los elefantes y los periodistas ha tenido que tomar buena nota ya el portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, Manuel Gavira. El otro día un periodista le preguntó con alevosía qué le había parecido el golazo de Lamine Yamal en el partido contra Francia (el del “ya hemos pasado”). Evidentemente, se buscaba el traspié del gaditano para dar rienda suelta a todos los prejuicios antivox de la tribu merina. Pero Gavira respondió impecablemente. Dijo que había disfrutado muchísimo con el gol del futbolista español de origen marroquí-guineano. Después añadió: “si no hubiese estado Lamine Yamal a lo mejor lo hubiese metido otro, pero él juega con España y yo me alegro”. Es decir, dijo una obviedad, pero de nada le sirvió, porque ya estaba condenado desde antes y la prensa salió en tropel, como una manada de elefantes, para pisotearlo en las redes. Ya lo decía el maestro Alfonso Lazo: “en el reino animal no existe la piedad”.
Más o menos, a la misma hora, otra periodista entrevistaba al dueño del bar de la esquina del barrio del futbolista adolescente. También buscó el titular fácil: “¿Ha sufrido Lamine Yamal muchos episodios de racismo”. Y el tabernero contestó sin dudar: “Sí, sobre todo por parte de la comunidad marroquí por haber jugado con España” y no con la selección del país de origen de su padre. Vaya, eso no lo esperábamos.
Parece que Lamine Yamal, de cuya existencia no sabía nada hasta esta Eurocopa, es una especie de pequeño Buda del fútbol, una gran promesa, si no una rutilante realidad. Y, además, hemos tenido la suerte de que sea español. Yo lo único que le deseo es que no se convierta en el símbolo de aquellos que aman a la humanidad y odian a los hombres. No te dejes, Lamine. Y métele tres a Inglaterra.
Por cierto, pienso que la postura que ha tomado Vox ante el problema de los menas no sólo es un gran error táctico, sino una traición a los principios cristianos que dice defender y una muestra de insolidaridad con un territorio español tan frágil como Canarias.
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