La colmena
Magdalena Trillo
Noah
La ciudad y los días
Según Interior el delito de odio es el cometido contra las personas o las propiedades, donde la víctima o el objetivo de la infracción se elige por su raza, origen nacional o étnico, idioma, color, religión, sexo, edad, discapacidad intelectual o física, orientación sexual u otro factor similar. Y el discurso de odio consiste en fomentar, promover o incitar, directa o indirectamente, al odio, hostilidad, discriminación o violencia por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, pertenencia a una etnia, raza o nación, origen nacional, sexo, orientación o identidad sexual y por razones de género, enfermedad o discapacidad.
Dice la Real Academia que el odio es “antipatía o animadversión hacia alguien o algo cuyo mal se desea”. Creo, la verdad, que queda corta. Si solo se siente antipatía o animadversión y no se manifiesta, y si solo se desea el mal, pero no se causa, (aunque lo más frecuente es quien odie acabe por manifestarlo) el odio corroe a quien lo siente, pero no provoca daños. Si, en cambio, se expresa o se pone en obra causa los peores daños que una sociedad pueda sufrir.
En su infierno Dante representó las almas de los iracundos que actúan movidos por el odio golpeándose y despedazándose a mordiscos en la laguna Estigia y las de los violentos, hundidas en un hirviente río de sangre con centauros impidiendo que lo abandonen. Goya representó los devastadores efectos de la ciega violencia desatada por el odio en el Duelo a garrotazos y en la serie de Los desastres de la guerra. El Holocausto fue la más pavorosa manifestación del odio en la historia de la humanidad: Breviario del odio tituló el historiador Léon Poliakov su estudio pionero –lo publicó en 1951– sobre el exterminio de los judíos.
El odio nacido de los prejuicios, la intolerancia, la irracionalidad, la rigidez ideológica o religiosa llevada al fanatismo o la aversión hacia determinados grupos humanos es la causa de las peores crueldades que el ser humano ha cometido y comete. Más aún que la ambición de poder o de riquezas. Por eso debe preocupar que, como informaba ayer el compañero Pérez Ávila a partir de datos de Interior, de 37 delitos de odio cometidos en Sevilla en 2020, se pasara a 51 en 2021 y 65 en 2022. Y que Andalucía, tras el País Vasco, Cataluña y Madrid, ocupe el cuarto lugar en número de denuncias.
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