Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Junts por Jaén, Junts por La Línea y el PP
La ciudad y los días
En la noche más cutre, hortera y ruidosa del año –y últimamente peligrosa, como se ha visto en Berlín (5 muertos, 390 detenidos), Bruselas (160 detenidos), París (136 detenidos) y Nueva Orleans (15 muertos y 35 heridos en un ataque investigado como terrorismo ligado al Estado Islámico)– basta que una copresentadora de las campanadas en la televisión pública nacional muestre una estampita blasfema, que ello lógicamente ofenda a los cristianos y que alguna asociación minoritaria lo denuncie para que se monte el numerito previsto.
¿Una anécdota? No, algo más. Lo demuestra que un ministro, el señor Bolaños, se apresure a intervenir para justificar la urgente necesidad de suprimir el delito de ofensas religiosas del artículo 525 del Código Penal, tuiteando: “Día 1 y primer intento de los ultras de amedrentar. En 2025 impulsaremos la reforma del delito de ofensas religiosas para garantizar la libertad de expresión y creación, una medida del Plan de Acción por la Democracia”.
No hay casualidades. Sumen RTVE, su fichaje estrella en la guerra tramposa con las cadenas privadas por las audiencias (una elección perfecta en la medida en que representa el concepto de cultura del actual socialismo, algo alejado, digámoslo así, de los ideales de aquel Fernando de los Ríos que dijo: “En España lo único pendiente es la revolución del respeto”) y un ministro. El resultado de la suma excluye las casualidades. En plena ola de neo puritanismo seudo progresista, censura en nombre de la defensa de los derechos al honor y al respeto de ciertas minorías o grupos y cancelaciones, solo el derecho al respeto de los cristianos amenaza la libertad de expresión y de creación. Puede valer.
La operación, desde luego, es útil y no solo sale gratis, sino que da beneficios. Porque insultar a los cristianos, además de ser un ejercicio de libertad de expresión y de creatividad, es una forma progresista de luchar contra la irracionalidad, el atraso y el fundamentalismo que esta religión (y ninguna otra, por cierto) representa. RTVE gana con el dinero público la batalla por las campanadas a las cadenas privadas. Los presentadores revalidan su liderazgo progresista como si él fuera el jovenzuelo con las dos pistolas y ella la libertad guiando al pueblo de Declacroix. Y el ministro Bolaños atiza su homilía contra los ultras en defensa de la libertad de expresión y la creatividad. Redondo.
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