Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Me he perdido el pregón de la Fuensanta. Yo ya le dije al pregonero que lo iba a lamentar, porque el trabajo, recién llegado, me tiene ya por ahí, dando tumbos entre aeropuertos y reuniones, casi siempre más fuera que dentro de las recachitas patrias, haciendo kilómetros sobre fronteras y buscando cerrar cositas que alivien ese éxodo particular mío. En esas, fuera, ya digo, de nuevo, leo que el pregonero ha encandilado a su barrio con su presencia, su parla, su pasión, su niña Manuela y unas palabras bien hilvanadas, que han llamado ya el pregón de las verdades, resumidas en una declaración de intenciones y de confesiones. Ha dicho Marcos Santiago Cortés que él es español, andaluz, cordobés y gitano, pero, lo que es más (por ser de verdad, añado yo) es fuensantero. Bueno, pues discrepo, porque se queda corto.
Que yo diga aquí que Marcos es un abogado con un conocimiento jurídico enorme y envidiable y una práctica explosiva y eficaz ya será conocido, porque la plaza en que torea es un altavoz constante de sus éxitos; que yo cuente que es un novelista de tomo y lomo, que atrapa con sus historias, bien escritas, bien tratadas, tampoco sorprende porque somos legión los que reconocemos su habilidad; que lo señale como un articulista vibrante, pegadito al suelo, de verbo claro y palabra justa, añadiría poco nuevo; que pregone que también canta, que lo hace de adentro, y que sonríe, que riñe, que celebra o que llora según el palo que aguante lo sabe una multitud; que yo declare que es la gloria de su casa, de sus padres, de sus hermanos, de su Maya, de sus niños, de todos sus primos, no rescata a más nadie; que yo sepa que es un humanista rotundo, un enamorado sabedor de que la bondad y la belleza se abren paso incluso en el contexto más cruel, aunque haya que forzar la puerta, poco suma al conocimiento general. Marcos no es que sea un hombre del Renacimiento en pleno siglo XXI, es que Marcos te hace renacer. Es un gigante real que los fuensanteros, los gitanos, los cordobeses, los andaluces y los españoles, tenemos la suerte de compartir con el mundo. Mucho tardará esta ciudad si no le otorga pronto el reconocimiento de hijo predilecto, porque pocos hay, en vida y acción, que lo merezcan igual.
Un apunte al margen: José María Bellido, el alcalde (que va camino de escribir su nombre con letras de merecida permanencia en la memoria de la ciudad) y Julián Urbano, el concejal (una revolución de trabajo, visión, sentido común y resultado) leen muy bien lo que pasa y preparan todo mejor para que ocurra. Han acertado otra vez, y van muchas, y me alegro, porque su acierto es el de toda la ciudad.
Marcos, amigo mío, ¡cuánto me alegro de que te reconozcan lo bueno que eres! Los ecos de tu pregón en los papeles me harán sonreír porque yo ya sabía que la verdad, el honor y el respeto viven en la Fuensanta. Donde tú, Marcos: más grande que el caimán, que hizo algo extraordinario una vez, y tú lo haces todos los días.
También te puede interesar
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Lo último