Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
LA legislatura inviable en la que Pedro Sánchez ha embarcado España comienza a dar signos de descomposición, aunque ello no signifique, ni mucho menos, su inminente colapso ni que se renueven las Cortes Generales en las urnas a corto plazo, sin que pueda descartarse tampoco un adelanto electoral en el segundo semestre del año.
Cuánto tarda en pudrirse, cuánto aguantará un Ejecutivo de coalición sin garantías de mantener la mayoría heterogénea que permitió la investidura ni expectativas demoscópicas que le animen a adelantar las elecciones a partir del 30 de mayo, fecha en la que se cumple un año de la anterior convocatoria y termina el veto constitucional a la disolución anticipada de Congreso de los Diputados y Senado.
Precisamente, el conflicto institucional sin precedentes entre ambas cámaras es un signo claro de esta putrefacción en el que está la XV Legislatura desde que la llamada a las urnas en Cataluña dinamitó el frágil equilibrio que sostiene al Gobierno. Un choque provocado por una infamia, la amnistía, que no ha venido a pacificar nada, sino que, antes al contrario, ha trasladado la crispación y la división social que vivió Cataluña por el proceso sedicioso al Reino de España.
La corrupta transacción entre el PSOE y los partidos independentistas de Cataluña para intercambiar impunidad por votos para una investidura se ve ahora aderezada por los indicios de que, en la anterior legislatura, el entorno del Ejecutivo pudo corromperse.
La crispación y el ruido que aturde a la España real, la que madruga para producir y queda absorta por la bajeza con la que (todos) ejercen la política, son fruto de confundir el servicio público con el ansia de poder.
Está ya dicho aquí que las elecciones vascas, catalanas y europeas –las dos autonómicas ya convocadas, y las terceras a punto de serlo el martes próximo– van a condicionar el tablero. Influirá cómo le vaya al PSOE en las tres votaciones, y también a Sumar, el socio de coalición, cuyo futuro puede quedar comprometido.
La doble lucha entre soberanistas en País Vasco y Cataluña hace muy inestable a la mayoría gubernamental y extremadamente débil al Gabinete de Sánchez, que anda ufano evadiéndose en conflictos internacionales. Sea por soberbia o porque tenga otro interés personal en esta fijación por la política internacional mientras la nacional se descompone en un clima de casos de corrupción, inútiles comisiones parlamentarias y una estéril gobernanza, es España la que sufre este pudridero.
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