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Estando en tiempos de Cuaresma y próxima la semana grande de los cristianos, esa semana de recogimiento y oración según me decían cuando era niño, me permito confesarles un pecadillo de juventud del que me arrepentí hace años. Yo fui uno de los 6.872.421 españoles que votó NO A LA OTAN, en aquel referéndum del 12 de marzo de 1986, miércoles. Va casi para cuarenta años. Era yo, por entonces, un becario de investigación de los planes del Ministerio de Educación y Ciencia que impulsaba el gobierno de Felipe González, por cierto que la primera paga no la cobré hasta el mes de mayo o junio, o sea que en ese marzo mi cuenta de la Caja Postal estaba en números rojísimos. Y henchido de conocimientos históricos no entendía yo que España rompiera su ‘histórica neutralidad’ en las guerras mundiales para unirse al bloque militar de los yanquis, unido a mis simpatías por el ‘glorioso ejército rojo’ que había vencido a los nazis en Stalingrado. Tenía yo una maqueta de un T-34 muy linda sobre mi escritorio. En definitiva, no me convencían las explicaciones europeístas de Felipe y estaba convencido de que el NO ganaría. Hubo cuatro comunidades en que lo hizo en el conteo parcial, curiosamente: País Vasco, Cataluña, Navarra y Canarias.
Recuerdo la alegría de mi padre, admirador del presidente González, al oír en la radio que los sondeos decían que había ganado el SÍ por un pequeño margen. Felipe había convencido a los españoles. Algunos años después comprendí que lo lógico para España era estar en la OTAN y olvidar ciertos sentimentalismos históricos. Tenías razón, papá.
Eso de OTAN no, bases fuera; hagamos el amor y no la guerra, y confesar que matar con bombas, tanques, y ahora con drones y misiles ‘superhipermega’ sónicos, está muy mal y es pecado (revisen la lista de los mandamientos) parece que es el credo de la izquierda de Podemos, Sumar y demás izquierdas superguays. Incluyendo a los herederos de los etarras, que tiene bemoles que esos digan que no hay que “atentar” y se declaren amigos de la paz. Esa izquierda que nunca se equivoca, que hace leyes maravillosas y que dice que todos los jueces son unos fachas redomados. A todos esos pacifistas de salón les sugiero que en la próxima semana de pasión hagan penitencia, examinen sus errores, se arrepientan sinceramente de su estupidez y confiesen que lo único que quieren es fastidiar al puto amo Sánchez. Con los tiempos que vienen, me temo que el espíritu de no violencia quedará muy bien para las relajaciones del yoga y su espíritu Ahimsa, y poco más. Vale.
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