Reliquias y bárbaros despieces

La ciudad y los días

28 de agosto 2024 - 03:07

En la instrucción “Las reliquias en la Iglesia: autenticidad y conservación”, dada en Roma el 8 de diciembre de 2017, se dice: “Las reliquias en la Iglesia han recibido siempre una especial veneración y atención porque el cuerpo de los Beatos y de los Santos, destinado a la resurrección, ha sido en la tierra el templo vivo del Espíritu Santo y el instrumento de su santidad”. El Vaticano II, que tantas cosas cambió, conservó el culto a las reliquias, como se recoge en el nº 111 de la Constitución Sacrosantum Concilium: “De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas”.

Nada que objetar a lo primero y lo segundo. Lo tercero, la veneración de las reliquias, ha dado y da lugar a excesos que algunos consideramos una de esas tradiciones que debían haber caído junto a tantas otras que el Concilio dejó caer. Como exponer a la veneración presuntos cuerpos incorruptos, en realidad momificados y amojamados, y huesos o miembros de cuerpos bárbaramente desmembrados, repartidos y disputados para atraer peregrinos.

Lo recordaba al leer que, después de 110 años, se abrirá el sepulcro de Santa Teresa “para el reconocimiento canónico de las reliquias que se conservan en Alba de Tormes, el cuerpo y dos reliquias mayores: el corazón y un brazo”. A los que se unirá la mano que custodian en Ronda las Carmelitas Descalzas, que se llevará hasta Alba de Tormes. El caso de Santa Teresa -tan recia y poco dada a beaterías y supersticiones- es de los más representativos de esta bárbara costumbre. Exhumado pocos meses después de su muerte, apareció, se cuenta, incorrupto. Su confesor y primer provincial de los Carmelitas Descalzos, Jerónimo Gracián, le cortó la mano izquierda, que llevó a Lisboa y acabó en Ronda, quedándose con el meñique. Fue el inicio del despiece que repartió sus restos -incluidos los dientes y las muelas- por España y parte del mundo.

Si, como dice la instrucción, se veneran las reliquias porque “el cuerpo de los santos ha sido en la tierra el templo vivo del Espíritu Santo y el instrumento de su santidad”, el de la pobre Santa Teresa es un templo y un instrumento troceado y repartido. Profanado. ¿No sería hora de venerar la memoria de los santos ante sus tumbas cerradas, sin exponer sus cuerpos, y acabar con la exposición de los fragmentos óseos o amojamados obtenidos tras su bárbaro despiece?

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