José Aguilar

La revolución del 0,9%

La esquina

Por exigencia de Bruselas y por convicción, Calviño se encarga de frenar el gasto social, la seña de identidad de Podemos

19 de enero 2020 - 02:39

La atadura, en corto, de Pablo Iglesias y sus cuatro ministros por parte del presidente que los ha nombrado no se limita a la devaluación de sus carteras, la reducción de sus competencias y la escualidez de sus presupuestos. También están maniatados por la composición del Gobierno en su conjunto y el programa que va a desarrollar (no el firmado por ambas partes, sino el realmente posible y expresamente anunciado).

Junto a Iglesias, con el mismo rango y más poder, se encuentra la vicepresidenta Nadia Calviño, máxima responsable de que cuadren las cuentas y que los datos de deuda y déficit sean aceptables para la Unión Europea, que lo tienen que ser por dos motivos: porque las recomendaciones presupuestarias de la Comisión tienen ya respaldo constitucional y porque este año España ha de refinanciar 200.000 millones de euros de los que debe.

Comoquiera que la subidita de impuestos pactada por la coalición de gobierno no da para muchas alegrías, eso quiere decir que el aumento de gasto social en el que Unidas Podemos ha puesto todo su énfasis (salario mínimo, pensiones, dependencia, vivienda) se encuentra bastante limitado. Va a producirse, al menos a corto plazo, una brecha muy grande entre las expectativas de mejora de la vida de la gente que Pablo Iglesias ha vendido como justificación de su incorporación al Gobierno y la cruda realidad que irá apareciendo en el Boletín Oficial del Estado por iniciativa de Calviño, las ministras de Hacienda y Exteriores y el ministro de Seguridad Social, adalides de la ortodoxia social-liberal que pilotará la economía española durante toda la legislatura. O del gurú Iván Redondo -brillante mercenario de la política-, elevado a factótum del Ejecutivo, con poderes más amplios y extensos que cualquier componente del Consejo de Ministros, sea socialista, podemita o independiente. Un auténtico valido en el siglo de la globalización, la robótica y la digitalización. Valido en esta acepción; "Hombre que, por tener la confianza de un alto personaje, ejercía de éste".

¿Qué le dejan, pues, a los ministros y ministras de Podemos? Hombre, la política de gestos, el postureo, los desplantes al Rey o a la Reina, las declaraciones extravagantes, las arremetidas contra los jueces, la creación de un lenguaje exótico... y no ponerse corbata. Quizás es mucho para ellos, pero tengo la impresión de que va a ser poco para sus votantes. La revolución no puede consistir en subir un 0,9% las pensiones.

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