Carlos Colón

Los Reyes Magos existen

La ciudad y los días

04 de enero 2025 - 03:07

Pocas cosas más necesarias que hacer comprender a los niños, cuando crecen, que los Reyes Magos existen, que no fue un hermoso engaño, sino, como sucede siempre con cuanto tiene que ver con Dios, una realidad mucho más hermosa que la ilusión con la que se dormirán mañana.

Los magos existieron porque está escrito: “Unos magos procedentes del Oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ‘¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarle’… Y la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. Y entrando en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra”. Y esto es palabra de Dios. Así lo interpreta el Catecismo de la Iglesia Católica: “La llegada de los magos (…) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David al que será rey de las naciones… Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento”. Esto es cuestión solo de creyentes, me dirán. Y tienen razón.

Los magos existen porque cuando el niño que adoraron fue adulto dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Ellos lo reconocieron, creyeron en él y lo adoraron antes que nadie, salvo Santa Isabel, Simeón y sus padres. Si aquellos magos adoradores cuyo número y nombres estableció la tradición entre los siglos III y VI existieron y, como se escribe en el evangelio de San Mateo, adoraron al niño postrándose ante él y ofreciéndole regalos, hubo de cumplirse lo que Jesús Nazareno aseguró: por creer en él, aunque murieran viven. En su nombre, y en el del amor más puro que existe, el de los padres a sus hijos, se hacen los regalos. Esto es cuestión solo de creyentes, volverán a decirme. Y tienen razón. Pero yo les contestaré: ¿y con quiénes tiene que ver la Navidad, desde la Nochebuena a la Epifanía, si no es con nosotros, los creyentes? Y para nosotros la verdad, que es Dios, es siempre más hermosa que cualquier ilusión.

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