Rafael Sánchez Saus

La roja, los rojos y España

Envío

Los futbolistas han empezado a ser 'los rojos' para los locutores de la servil TVE

01 de diciembre 2022 - 01:48

A propósito de la roja y de los rojos, me tentaba escribir un suelto al estilo Doctor Thebussem, es decir, a perorar con fingida afectación y altisonancia sobre algo de apariencia baladí para, poco a poco, ir haciendo ver que la fruslería esconde a veces realidades o intenciones de mucho más porte del imaginado. Que en la España de la colonización de las instituciones y de la apropiación de todo espacio público por la izquierda, la selección nacional de fútbol acabara llamándose semioficialmente la roja por empeño e insistencia de los medios, estaba cantado. Y desde hace tiempo. Que los futbolistas hayan empezado a ser los rojos para los locutores de la servil TVE muestra a las claras la intención "progresista" de convertirnos a todos a su secta por mera inmersión. Si los jugadores son los rojos, también seremos rojos sí o sí los que vibramos y sufrimos con los avatares de España, pues ¿qué otra España nos queda sino la futbolera?

El nuevo intento de expropiación sentimental a los españoles que seremos lo que sea, pero rojos no, paralelo a tantos otros para convencernos de que somos machistas, racistas, homófobos y demás barbaridades, se ha venido, sin embargo, abajo con estrépito. El motivo ha sido que los rojos de verdad, para sus fines, tienen que contar siempre con la complicidad de las tribus separatistas, y estas es que ven algo que les huela a España y se nos convierten en hienas por más caperuza roja que le pongan. Y así ha saltado el escandalazo del colegio de La Salle de Palma, que tanto debiera dar que pensar y a varias bandas. No creo necesario abusar de su paciencia relatando lo de sobra sabido, pero más allá de la tremenda constatación de que un colegio en territorio español pueda considerar que la exhibición de la bandera nacional en un aula es contraria a las "normas de convivencia" del centro, ha revuelto a muchos que ese colegio sea de titularidad católica, uno de esos en los que muchos padres creen que van a encontrar un aliado para la formación de sus hijos para acabar comprobando que quizá hubieran hecho mejor llevándolos al público más cercano. Naturalmente no todos los centros sedicentes católicos son iguales, pero el "palmetazo" de Palma, entre tantas lecturas posibles, debiera obligar a pensar, y a resolver de una vez a quienes corresponde, qué se puede hacer con tanta impostura en la pretendida escuela católica.

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