Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
La ciudad y los días
La extrema derecha populista convierte los problemas que plantea la inmigración en peligros y excita el hartazgo de quienes padecen sus efectos más de cerca convirtiéndolo en miedo. La derecha le compra en parte el discurso (Feijóo: “los españoles tienen derecho a salir tranquilos a la calle”), aunque tiene razón en instar a dejar la demagogia, afrontar la crisis migratoria como una emergencia nacional y exigir una financiación real. La izquierda extrema populista o socialdemócrata, que con Sánchez apenas se las diferencia, afronta los problemas con un discurso pseudo humanitario y pseudo solidario que abre los brazos de la acogida, pero no las carteras que permitirían en lo inmediato la acogida humanitaria y en el medio y largo plazo garantizaría la igualdad de derechos y la siempre compleja integración cultural y social.
En la Conferencia Sectorial de Inmigración celebrada anteayer la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones presentó el borrador del nuevo Reglamento de la Ley de Extranjería que se debatió ayer en el Congreso, con la oposición no solo del PP, Vox y Junts, apoyo del Gobierno siempre que, no la coincidencia ideológica, sino el mercadeo, le favorezca; también con fuertes críticas de sus apoyos Bildu. ERC y PNV –que calificó el discurso del Gobierno de “buenista y simplón” y defendió “una Ley de Extranjería adaptada a la realidad actual”– e incluso de quien cogobierna con él: Nahuel González (Sumar) no solo vulneró el laicismo radical de su partido al acusar a los de Vox de ser malos cristianos e hipócritas (¿quién le ha dicho a este señor que es un partido confesional?) leyéndoles San Mateo 25: 34-36 (“Tuve hambre, y me disteis de comer… Fui forastero, y me acogisteis…”), también echando en cara al PSOE que “el antirracismo se mide con los CIEs, con la valla de Melilla y la política migratoria” y que “ser antirracista no es solo reformar esta ley, también es apoyar la ILP de Regularización Ya”.
Mientras tanto hay sufrimiento y muerte, en seis meses y medio han llegado a Canarias 19.793 inmigrantes y, según el último CIS, la inmigración, que en junio ocupaba el noveno puesto entre las preocupaciones de los españoles, ocupa en julio el cuarto. Urge altura de miras en una política solidaria y realista que concilie la lucha contra las mafias, la contención actuando en el origen, el auxilio inmediato y el largo plazo integrador.
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