El habitante
Ricardo Vera
Santa
Querido Santa: aunque lo primero que tengo que decirte es que yo no soy mucho de tu rollo, después de haberte conocido multiplicado por cien, sabiendo, como yo sé, dónde vives de verdad, este año voy a probar.
A un día solo de que empiece tu faena, esto resulta poco previsor. Si, además, hago el reconocimiento del principio, que lo mío es más con los Reyes, cabe esperar poco. No es muy comercial, pero, bueno. El caso es que se supone que todo esto es magia y las historias que comienzan atropelladas, regulares tirando a mal, son las que también clavas, porque así añades relato a tu misión. A ver, si Benny te pide un osito (Benny, que siempre creyó en ti, a quien ponían en tu regazo desde bebé en cualquier centro comercial y que, desde el Black Friday, por lo menos, lleva pidiendo el puñetero osito) y se lo traes, hombre, mucho mérito no tiene. En cambio, si un servidor (con más años que un bosque, que se ha retratado con la competencia –sí, vale, gratis y torpemente– y que parece que, más que pedirte, te reta) refiere cualquier cosilla y se la traes, pues, mira, eso tendría su aquel. La gente no va a decir “fíjate, Santa Claus le ha llevado su osito a Benny, que lo sabía desde noviembre”, sino que se sorprenderá si le traes lo que pide a Ricardo, “que pasaba siete pueblos de Santa Claus”, digo yo, por ejemplo. Eso sí que lo van a comentar. Es relato, Santa.
Las cartas están sobre la mesa, Santa, nunca mejor dicho. Centrado ya que ni tú ni yo podemos ponernos tiquismiquis con esta relación que entablamos (aunque la parte buena es la tuya, insisto, así que tendrás que currártelo más tú, para lo del relato y todo eso), vamos a ver los puntos relativos al encargo. Es fácil, nada que haya que envolver en papel de regalo: lo que yo quiero es no desfallecer.
No ruego encarecidamente salud para los míos y para mí, aunque si te sobra algún seguro mágico que nos la proporcione, no estaría de más. Tampoco dinero, Santa; no le haría ascos a una cuenta abultada, mágica también, porque tengo más trampas que el doble del flautista de Hamelin, pero no me consume. ¿Amor? Claro que me interesa, pero no se trata de obligar. Lo que quiero es no desfallecer porque lo que de verdad deseo es no perder el norte. Si no desfallezco, me cuidaré y cuidaré a los que tengo cerca, y a los no tanto, y eso será camino de salud. Si no desfallezco, gestionaré mis capacidades para transformarlas en prosperidad. Y, si no desfallezco, seguiré amando, sin necesitar vuelta, pero gozándola cuando llegue. No desfallecer, Santa, para saber lo realmente importante y estar cada noche en disposición de comprender que si, al final del día, estoy donde quería al comienzo, será la voluntad de Dios, y, si no, será su protección. Fácil, ¿no?
Haz lo que puedas, Santa, sin presiones. Buen viaje, amigo, y buena faena. Reparte besos y abrazos, con el mismo mensaje, por donde quiera que vayas. Feliz Navidad, Santa. Aquí estoy para lo quieras.
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