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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónica levantisca
Como Ciudadanos, Pedro Sánchez necesita tiempo pero, a diferencia de los naranjas, cuenta con millones de vacunas y 70.000 millones de euros para administrar y gastar en los próximos años. A su Ejecutiva federal se lo ha explicado de modo meridiano: no habrá elecciones hasta 2023, llegarán antes las municipales y la otra media ración madrileña antes de que lo españoles sean llamados a las urnas. Por tanto, hasta después de mayo de 2023, presidente, pero antes deberá acometer varios ajustes en su Gobierno y le vendría bien cierta hibernación, aunque este remedio ha desparecido de esta política inmediata, consumible y desechable que han importado los tecnólogos de la comunicación.
Antes, no hace mucho, no en el Precámbrico ni en el Jurásico, sino en el mismo Antropoceno, cuando un dirigente entraba en crisis de popularidad por un hecho no previsto -digamos que la derrota en unas elecciones regionales-, solía retirarse a la sombra de los focos, meditaba y, sobre todo, dejaba pasar el tiempo, que es una terapia espléndida y barata que ha dejado de administrarse. Sobriedad comunicativa, que es lo que aplica Mario Draghi en Italia. Sus ministros trabajan, hablan poco y no filtran documentos como globos sondas, que ya iba bien despachada Italia de payasetes al mando de sus gobiernos desde que los jueces de Manos Limpias acabasen con la vieja política.
Un tiempo de sosiego debería tomarse el presidente del Gobierno porque, si bien Madrid no es España, las elecciones madrileñas se han desarrollado contra él. El lema subconsciente de estos comicios ha sido o Pedro, y con él, todos sus acompañantes, los Iglesias, Bildu y ERC, o Díaz Ayuso. Por eso estas elecciones las ha perdido Sánchez, aunque sean Gabilondo y José Manuel Franco los que se marchen. Esos socios son un cáncer para el PSOE.
Sánchez es el secretario general del PSOE, pero no hay entendimiento entre Moncloa y Ferraz. Esto viene de antiguo e, incluso, se llegó a crear una comisión en la que estaban Iván Redondo y Paco Salazar, por parte monclovita, y Santos Cerdán y Adriana Lastra, por la otra. Redondo ha terminado por provocar el enfado monumental de todo el partido, no sólo de Ferraz, después del desastre de Madrid y de que intentase escaquearse del quilombo murciano con el indigno argumento de que él no había participado. Esto es un problema menor, pero lo es. Otro es su Gobierno, sonado de tanto ruido que hasta tenía un matrimonio dentro. ¿Qué le falta? Humildad. Esta sociedad no está para lecciones.
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