Tiempo de peroles

La gloria de San Agustín

El de este año ha sido de los mejores días de San Rafael que recuerdo, más cercano al verano que al invierno

Una familia cocina un perol en Los Villares.
Una familia cocina un perol en Los Villares. / Juan Ayala

Aunque los días de antes dijeron que a lo mejor llovía, hizo un tiempo de lujo, pero bueno de verdad. Que ha sido de los mejores días de San Rafael que recuerdo, más cercano al verano que al invierno, que hasta pasamos un rato de calor, pero llevable. Bien temprano, nos fuimos a desayunar, antes de pasarnos por la iglesia de San Rafael para ver a nuestro Arcángel Protector. Que mucha gente se cree que es nuestro patrón, y no. Soraya, como otros años, nos contó la historia del Padre Roelas, que tenía su casa donde está la calle, a las espaldas de la iglesia. Y es que de Córdoba y sus cosas sabe más que nadie y algo más, lo que yo les diga. Y nada más acabar nos fuimos para Los Villares, que ya se habían subido un buen rato antes dos amigos del barrio, a eso de las siete de la mañana, para ir cogiendo un buen sitio. Pues nos contaron que cuando llegaron ya había gente, y no poca.

Nos lo creímos a pesar de cómo les cantaba la boca a anís, y es que también se tenían que entretener en algo en la espera, que todo no va a ser ver el móvil, y además que hacía fresco a esa hora. A eso de las once, o puede que antes, ya estábamos con el sofrito, que hay que tener arte para cortar la carne y las verduras, y también para marear el sofrito, que eso no lo hace bien cualquiera. En mi barrio están Manuel y Lola que son dos artistas de los peroles, los mejores que he probado en mi vida, que se les queda siempre al punto, y bien cargado de carne, con magro y costillitas.

Antes, cómo no, desde las doce estábamos tapeando. Empezamos por patatas fritas y aceitunas, que Rafalillo, de la calle Zarco, siempre se lleva un buen frasco, de al menos dos kilos, de las que el aliña y que son una maravilla. Y luego pasamos al tocinito, la morcilla y el chorizo, y hasta un poquito de salmorejo, que nos sentó de lujo. Y sobre las cuatro o así, hartitos ya, nos comimos el perol, que vaya cómo estaba. Cuchará y paso atrás, como está mandado. A mí me gusta acompañarlo de un Montilla, que sienta de maravilla. Acabamos, después de reposar un poco el arroz, con un pastelón cordobés de categoría, que no podía faltar.

En fin, un día de San Rafael como está mandado, que ojalá todos fueran así. Y ojalá nuestro Córdoba se hubiera traído al menos un puntito de Santander, que lo de sumar fuera del Arcángel nos está costando mucho, y veremos si luego no nos cuesta más caro, porque en casa no vamos a ganar todos los partidos. Esperemos que cuando llegue enero se remedie la cosa. Que esto es como el arroz del perol, que puedes tener al mejor cocinero y todo lo que quieras, pero que si la carne no es buena y los tomates en su punto, la cosa sale como sale. Hasta la semana que viene.

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