
La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
Agua va
Gafas de cerca
Los Beatles se separaron con papeles en 1974. Ya hacía cinco años que habían dejado de trabajar juntos; su última grabación es de 1969. Fue en la terraza del número 3 de Saville Row, en el barrio de Mayfair, que dicen que fue el primer asentamiento romano en Londinum, y hoy es una zona exclusiva de la capital inglesa. En el bloque coronado por aquella azotea tenía su sede la Apple, que, a pesar de su nombre, nada tiene que ver con la tecnológica de Silicon Valley, entonces por concebir. Apple Corps era la sociedad mediante la que los cuatro scousers gestionaban sus intereses comunes y privados, cuando ya periclitaba su unión y la banda cerraba el grifo su inconmensurable y eterno legado. Suena perfecta en ese escenario Don’t Let me Down, que fue concebida como cara B de Get Back, canción que también interpretaron en ese lugar por el que pululan con asombro algunos privilegiados espectadores, entre ellos dos o tres bobbies, que mantienen la flema como pueden.
Lennon viste un abrigo de pieles y toca una Epiphone Casino. Yoko, su amor redentor y agente necesaria de la voladura del grupo, fuma sentada a un lado. McCartney va de terno negro y camisa blanca, y se mueve chulo mientras maneja, descomunal, el bajo. Harrison, de pieles como Lennon y en su segundo plano natural y debido, parece displicente ante último duelo de los dos genios. Ringo, a lo suyo. Billy Preston es el invitado de lujo, y el sonido de su piano eléctrico es una joya extra en el adiós definitivo de la banda, cuya poliédrica producción no tiene parangón en la historia del pop y más allá, a través del universo. La canción ese título –Across the Universe– tiene el ama de Lennon, aunque los créditos sean para ambos, como era norma y acuerdo.
Una antología poética de Cervantes se titula La Gracia que no quiso concederme el Cielo. Pues bien, con licencia de devoto confesaré que, tras décadas de limitadísimo intérprete, acompaño a veces con mi propia Epiphone a mi hija menor, que desde muy pequeña se sabe Across the Universe, y la canta paciente para mí. A falta de cortijos y abuhardillados en el Mayfair, les dejaré un buen manojo de música de los Beatles y otros: la música, hace apenas un cuarto de siglo, no entraba con sangre, sino con secuestros en el coche camino de la playa, esa gran oportunidad educadora, cuando los hijos son perdigones dando saltitos tras mamá perdiz. Me pregunto si Elon Musk hace ese tipo de nobles tretas con sus pequeños. Si les pondrá en el coche Across the Universe. A fin de cuenta, el Universe es su negocio, y aunque sólo fuera por eso...
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