Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Gafas de cerca
Igual que muchas veces las palabras se enredan y dejan ocultas las buenas ideas, la defensa de las buenas causas puede resultar en actos canallescos. Para obrar esta perversión de lo justo en miserable suele ser muy oportuna la contribución de la masa. La congregación de mucha gente es, como suele decirse, una caja de bombas. Desde hace relativamente poco tiempo –pocas décadas–, impera otro tipo de masa, la de internet, la de los odiadores atrincherados y los hirientes a cubierto, aunque esta es más bien una red de francotiradores, un ejército sin mando, una banda de indocumentados, vaya. La verdadera masa es la que suda, vocifera y lanza sus proclamas codo con codo. Hace unos días tuvimos una ración de infamia en masa, en Mallorca, en una manifestación contra los efectos de otra masa, la de los turistas, aunque la congregación masiva de la economía transeúnte no suele ser violenta (sí lo es el turismo etílico, mayormente británico, que precisamente va a macizarse de alcohol y a hacer el gamba –gamba cocida, por dentro y por fuera– a localidades baleares desgraciadas por la fortuna de la mano del dios turístico).
Pero no es de recibo que unos manifestantes hechos fuertes por la razón que tienen, que la tienen, y también por el blindaje del grupo enardecido ofendan y maltraten a los turistas el día de su manifestación (unas 20.000 personas). Para los destinos fuera de madre, que no son todos, pero son muchos, el turismo es una economía bumerán que puede estallar en las manos y biotopos de los residentes habituales, y las ganancias del PIB local y las supuestas del empleo se las zampa la correlativa inflación que causa el turismo, un pan con unas tortas, un pan precocido por el disparate de las viviendas turísticas y el gran ganador remoto, AirBnb, o por las viviendas ilegales. En fin, mil veces se ha dicho aquí todo esto y más.
Ahora toca lamentar que unos inocentes turistas reciban el choteo y la amenaza de los manifestantes, más los ataques vandálicos a inmobiliarias. Apuesto a ganador a que los graciosos de la manifa no dirigieron su mofa y sus chorreos de jeringuilla a unos beodos rapados seguidores del Liverpool, sino a gente pacífica e inofensiva. Ya puestos al lamento, lamentemos otro par de cosas: que en todos años de gobierno socialista de Armengol –ocho, hasta el año pasado– no haya habido una protesta callejera contra el turismo. Parece que el Pisuerga se dio el piro de Castilla, y se teletransportó a Palma, junto con unos trenes baratos que cogieron los molestadores de turistas inocentes.
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