La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
Felices fiestas
El gran corazón de Rafael Salido late desde muy pequeño a ritmo de campana, un tañido que se fue convirtiendo poco a poco en la banda sonora de su vida y que le entró por los tímpanos hasta engancharlo con pasión. Rafael lo sabe todo acerca de este instrumento que corona templos. En su currículo ya cuenta por centenares aquéllas que ha arreglado o puesto a punto de un pico a otro de la geografía española. En Montilla, su ciudad, todo el mundo le conoce con un nombre que luce con orgullo: Campanero. Su madre contaba que ya desde que era muy pequeño recortaba campanas de papel. En esa época, Maribel observaba cómo su hijo no perdía detalle del sonido del campanario de la iglesia de Santa Ana, ubicada junto a la tienda que regentaba su familia en Montilla. Ella y su marido esperaban que el niño siguiera la tradición familiar y se convirtiera en comerciante, como su madre, o en futbolista, como su padre. Pero no fue así. Él estudiaba en el colegio Salesiano y, en la hora del recreo, en vez de jugar al fútbol con los demás niños, se metía en la iglesia y ayudaba al sacristán para estar un poco más cerca de hacer sonar las campanas.
Para llegar a ese momento, tuvo que esperar a hacer la comunión. Después, pudo ser monaguillo, lo que le dio la ansiada posibilidad de subir a la torre. Luego se fue de campanero a la parroquia de Santiago Apóstol. Desde entonces, cada campana le dice una cosa. Para él no hay dos que suenen igual, ya que poseen una gran cantidad de armónicos que es muy difícil que coincidan. Es más, recuerda momentos de su vida por el sonido de una determinada campana. Las vivencias de su niñez, por ejemplo, las relaciona con Luisa, la primera que tocó y que en Santiago Apóstol estaba especializada en llamadas a misas de difuntos.
Ese amor por los armónicos le hizo fundar Campanarum Amici junto a otros monaguillos de su edad, un grupo responsable de la recuperación de toques y sonidos en el montillano campanario de Santiago Apóstol. Adquirió experiencia en el oficio trabajando como comercial para una fundición de campanas de Valladolid. Con sólo 19 años consiguió vender la restauración de las campanas de la Mezquita-Catedral de Córdoba y, algo más tarde, las de la catedral de Ceuta. Esa experiencia en la fundición se convirtió en el paso previo a la fundación de la empresa Campanas y Relojes Rafael Salido. En esa época ya explicaba a sus clientes la importancia de recuperar los toques antiguos en los campanarios. Esos armónicos a lo Rafael Salido, con sabor a sonidos pasados, comenzaron a escucharse en Tenerife, donde estableció la sucursal Tañido Canario, mientras era testigo de cómo copiaban su sistema de restauración en Murcia, Jaén, Cáceres y Sevilla...Tañido a tañido, este es solo un trozo de una vida al son de campanas que espero que repique con fuerza.
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