Alberto González Troyano

Una vida para los libros

Brindis al sol

Gracias a él, además, Andalucía ya figura con más presencia en lo que Adorno llamó la industria cultural

07 de junio 2021 - 01:48

Por fortuna para él, las distinciones y medallas institucionales no deben figurar entre las cosas más buscadas por Abelardo Linares. Dado cómo ha transcurrido su vida, es evidente que ha puesto sus ilusiones en otro tipo de alicientes que ya han debido proporcionarle buen número de satisfacciones. De todos modos, aunque no lo necesite, ha sido un digno gesto por parte del Ayuntamiento de Sevilla recordar y distinguir una entrega personal como la suya, completa y exclusivamente dedicada al mundo de los libros. Abelardo Linares encarna un tipo de personaje literario que ya apenas pervive y sólo se le encuentra en alguna de las viejas narraciones que él atesora y reedita. Los andaluces tardaremos en reconocer el significado de un hombre de letras tan peculiar en una tierra en la que tanto abundan los poetas y los novelistas, pero en la que muy pocos se han prestado a crear empresas serias y viables para difundir y editar esos libros. Hasta que apareció él. Pero no sólo para ser editor, también para asumir todas las facetas que rodean el antiguo trato del hombre con el libro. Tal vez su amigo Juan Bonilla sabría clasificar los oficios, pasiones y locuras que han ligado a Abelardo con los libros. Una dedicación que tantos beneficios ha facilitado a los lectores. Cuando pasen los años no resultará creíble que un personaje tan borgiano haya recorrido las Américas vaciando librerías, de cinco y seis pisos de altura, para traerse a Andalucía millones de libros hispánicos a punto de dispersarse y perecer en húmedos anaqueles. Pero esta voluntad de recuperación no se quedó en el simple deseo de atesoramiento propia de un pasivo coleccionista. El milagro de lo que significó su aventura americana se percibe cuando se visita su ya más que legendaria librería, acompañado de su propietario, y se comprueba que sabe en qué estantería está cada uno de esos millones libros, y, además, que los ha leído todos, sin olvidarse resaltar el valor de las coloreadas cubiertas que les dieron vida en su momento. Pero aún hay más: cada uno de esos libros forma parte ya, en su cabeza, de un entusiasta y justificado plan de publicaciones para sus editoriales Renacimiento, Espuela de Plata, o Ulises. Porque este rescate, el dar de nuevo voz a autores injustamente olvidados, ha sido una de sus grandes apuestas morales e intelectuales. Esto le diferencia y le honra como editor. Gracias a él, además, Andalucía ya figura con más presencia en lo que Adorno llamó la industria cultural.

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