Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
DE POCO UN TODO
EL columnista tiene su honrilla. No le gusta que le digan que lo suyo está tirado. Sin embargo, entre el PP y sus reformas y el socialismo andaluz y sus derribos, me comenta un compañero: "Tenéis un filón los periodistas, eh", y otro remata: "Así, cualquiera". Dispuesto a llevar la contraria, que es el primer mandamiento del manual del probo articulista, me dispongo a hablar de literatura, ea. Además la situación socio-político-económica ya la retrata, con perfecta justicia poética, la ola de frío siberiano. Me arrimo, pues, al brasero y abro el grandioso librito de aforismos que acaba de publicar Ramón Eder, titulado La vida ondulante.
Pero desde la primera frase ("El momento de la verdad nunca llega, el momento de la verdad nunca se va") lo leo, ay, con el insistente zumbido de la política detrás de la oreja. Pienso en la reforma educativa, cuando constata Eder: "Si de Séneca como maestro salió Nerón como discípulo, quizá no haya que hacerse demasiadas ilusiones sobre las virtudes de la educación".
¿Y quién no ve aquí un oportuno aviso a comentaristas y tertulianos: "Cualquiera puede hacer profecías, pero muy pocas personas pueden decir qué es lo que está ocurriendo en el presente"? Aunque Eder es de los que pueden decirlo y clarito: "Cuando vemos todo negro cometemos el error de ver las cosas como son". Otros aforismos tampoco necesitan glosas: "En la prehistoria ya había caníbales de derechas y caníbales de izquierda"; "el fin justifica los miedos"; "las malas noticias siempre llegan en mal momento"; "todo país tiene siempre un considerable número de ilustres cretinos"; "el que recuerda bien tiene un arma", y quien dispone de una hemeroteca -apunto por detrás- dispone de un arsenal. "La lucha por el poder puede ser terrible, pero la lucha por las migajas del poder es siempre patética", y yo no miro, ejem, a nadie. "Es muy importante en la vida aprender a descifrar los silencios", en especial con Rajoy...
Afortunadamente, La vida ondulante, que no habla de política casi nada, acabaimponiéndome su talento, y disfruto ya sin interferencias de su lucidez ("Se es igual de inteligente a los veinte años que a los cuarenta, pero con un poco de suerte no se es igual de tonto"), de su sabiduría salvaje ("La vida es bella, pero como un pantera") y de su amor por la literatura ("Leer es dejarse de tonterías"). Qué fiesta. Hasta que me doy de bruces con un aforismo que hoy va por mí: "Hay periodistas que tienen tanto oficio que consiguen escribir su columna diaria sin utilizar el cerebro". Sin usar el mío, de acuerdo, porque el tuyo, Ramón Eder, bien que lo he exprimido.
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