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Andalucía ha registrado este año el mejor verano turístico de su historia. Doce millones de personas han visitado la región durante los meses centrales de la temporada alta, lo que rompe al alza las mejores cifras de antes de la pandemia. En concreto, 600.000 viajeros más que en 2019. Si la tendencia no se rompe en el último trimestre, 2023 puede terminar superando los 32 millones de turistas: lo nunca visto. Este es el balance, justificadamente triunfalista, que ha presentado el presidente de la Junta, Juanma Moreno, en la feria World Travel Market de Londres, uno de los principales foros para analizar la trayectoria de un sector pujante en muchas zonas del mundo. Buenas noticias para Andalucía en un contexto en el que empiezan a dibujarse en el horizonte nubarrones que ya anticipan algunos indicadores, como los de empleo o las ventas de automóviles. El turismo, como se ha repetido hasta la saciedad, es un sector con una gran capacidad de generación de rentas y empleos, muchos de ellos temporales y no cualificados, pero que presenta también una enorme fragilidad. Sin necesidad de recurrir al ejemplo de la pandemia, en la que se pasó de una situación boyante al cero absoluto en cuestión de muy pocos días, cualquier imprevisto económico o social puede golpear las previsiones mejor construidas. Las tensiones que se registran en todo el mundo invitan a tomarse las cosas con prudencia. Andalucía lo tiene todo para ser en el futuro, como lo ha sido en el pasado, un destino de primera categoría. El problema es el excesivo peso que tiene en el conjunto de la economía de la región una actividad sometida a factores muy inestables y que además reparte sus rentas de formas muy desigual, favoreciendo especialmente al litoral y las ciudades monumentales. Conviene ser optimista sobre lo que representa el turismo para Andalucía, sin olvidar que los monocultivos nunca son la mejor opción.
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