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La situación en la central nuclear de Zaporiyia es cada día más preocupante, como han advertido tanto el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, como la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Ucrania y Rusia deben permitir que una delegación de la OIEA visite y evalúe esta central nuclear, que es la más grande de Ucrania y que se encuentra en manos de Rusia desde las primeras semanas de la invasión. Moscú ocupó esta planta y desde entonces la utiliza como refugio de su artillería, lo que ha provocado que Ucrania la haya atacado de modo constante, sin que hasta el momento haya afectado al cuerpo de los reactores. Sin embargo, hay una línea de alimentación externa dañada y una estación de refrigerante, y tampoco funciona el sistema de detección de radiación. Sólo hay que recordar que el accidente de Chernobil, una central que la antigua URSS tenía en Ucrania, afectó de modo grave a la región y a numerosos países europeos, donde la producción de determinados alimentos básicos, como la leche, estuvo suspendida durante meses. No se puede esperar nada bueno de una central que se ha convertido en refugio táctico en una guerra. Además, la intención de Rusia es derivar la energía eléctrica producida hasta las zonas controladas por Moscú en Ucrania. Hasta ahora, ha sido el Gobierno de Volodímir Zelenski el que se ha opuesto al envío de esta delegación internacional, al entender que eso supondría un reconocimiento a la ocupación rusa de la región de Zaporiyia. Sin embargo, es de vital importancia para su país y para toda Europa que los técnicos de la AIEA evalúen cuál es la situación. Del mismo modo que Turquía y Naciones Unidas han conseguido y validado un acuerdo para sacar el grano almacenado en los puertos ucranianos, urge que Moscú y Kiev se avengan a respetar los siete principios básicos de la seguridad nuclear, uno de los cuales es la integridad de las instalaciones en caso de guerra.
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