Editorial
La sanidad y el Presupuesto
Editorial
Hasta ahora, China era un gran dragón que pisaba suave por el mundo, pero en Hong Kong está mostrando su cambio de estrategia; es potencia económica y militar y ya no muestra ningún recelo a que se note. Es un paso más al nacimiento de otro mundo bipolar, al que a Estados Unidos le surgirá otro competidor por el este. A diferencia de lo que ocurría con la URSS durante la Guerra Fría, China sí es una potencia económica, un líder tecnológico que ya dispone de muchas terminales en África y América Latina, además de Asia. Lo que está sucediendo en Hong Kong es la asimilación de la antigua colonia británica por parte de una dictadura comunista, violando el acuerdo que mantenía hasta 2047 el modelo de un mismo país, dos sistemas. La nueva Ley de Seguridad Nacional está permitiendo la persecución y encarcelamiento de los disidentes políticos. Esta norma, impuesta por China, incluye la cadena perpetua para condenas de sedición, subversión y terrorismo. En pocos meses, China está extinguiendo la libertad de que la gozaban sus casi ocho millones de habitantes. Baste subrayar que los libros de los dirigentes que han protagonizado la llamada revolución de los paraguas están desapareciendo de las bibliotecas públicas, que se ha detenido al magnate de la comunicación que publicaba uno de los diarios críticos con China y que decenas de disidentes han sido detenidos en las últimas semanas. La antigua metrópolis de la colonia, Reino Unido, carece de influencia internacional para fijar este asunto en la agenda, su salida de la Unión Europea la ha hecho más débil y apenas puede seguir el paso que le quiere marcar Estados Unidos. La Administración de Donald Trump ha comprendido cuál es el problema de la hegemonía de una potencia militar que también es económica; de ahí, sus denuncias sobre los supuestos manejos del Gobierno chino en Huawei y su participación en la instalación de redes 5G en el continente europeo. Un aspecto distinto es el modo en que Trump expresa estas diferencias. En cualquier caso, los recelos de Estados Unidos hacia China no son fruto de esta Administración, sino del propio Estado.
También te puede interesar
Editorial
La sanidad y el Presupuesto
Editorial
En Andalucía el tren no pita
Editorial
Ruina política, ruina moral
Editorial
Estabilidad sin oposición