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El tratamiento que la sociedad dio estos días al ascenso a oficial general del Ejército de Tierra de una mujer, la primera, forma parte de esa tendencia nacional a marcar diferencias, en lugar de lo habitual en la milicia, que es señalar similitudes con los compañeros de profesión. Así pues, por aquello de que todos somos diferentes pero merecemos el mismo trato, parece conveniente dar a esta promoción al generalato un tratamiento equitativo conforme a los mismos criterios que se aplicarían a otro militar en sus mismas circunstancias.
Si se analiza este acontecimiento al margen de las circunstancias personales de la general Ortega, parece necesario considerar los factores que influyeron en la incorporación de la mujer a la organización de las Fuerzas Armadas, en la guerra ya lo estuvo, sintetizar las consecuencias y, como se trata de opinar, aportar una visión personal de la presencia de la mujer en un mundo que fue hasta entonces únicamente de hombres.
Para que se pueda entender mejor, se podría recordar cómo evolucionó la sociedad en las últimas décadas, a ojos de quienes se educaron en colegios con separación por sexos, observaron la eclosión de la mujer en el mundo académico y laboral, se formaron en una escuela militar exclusivamente para varones, desarrollaron su vida profesional rodeado exclusivamente de hombres, vieron la incorporación de la mujer a la milicia desde un empleo militar superior al que ellas ostentaban y, finalmente, tuvieron mujeres como jefes, altos cargos en la Administración Militar. De todo ello se podría extraer una primera conclusión: se dio a la mujer militar el mismo trato que al varón pero se discriminó positivamente porque existían diferencias de todo orden, incluida la de ser minoría. Esto es, se hizo lo que era normal en una sociedad, por más que también se dieran, por desgracia, casos excepcionales que rompieron la norma por un lado y por otro.
Si los criterios por los que se mueven los escalafones en la milicia son los de mérito y capacidad, hay que ser muy cuidadoso a la hora de hablar de los méritos que hacen acreedora a esta militar a ostentar el empleo de general de brigada y sobre todo de las capacidades que se le presumen para desarrollar las tareas que se le puedan encomendar. Alegar cualquier referencia a su condición de mujer lleva a introducir criterios de paridad, de cuota, que ponen en duda la bondad de su selección al romper con los criterios generales de igualdad de trato para convertirlos en discriminación por razón de sexo.
La realidad es que en las Fuerzas Armadas uno es lo que es y lo que hacen de uno porque, aunque cada cual acumule méritos y se dote de capacidades, son los superiores, los iguales y los subordinados quienes tienen en su mano valorarlas en su justa medida. Lo preocupante sería, o tal vez empieza a serlo, medir las cualidades de esta general con el falsario sentido de la igualdad de género y olvidar que de lo que se trata es de aplicar equidad a las personas, esto es, dar a cada uno lo que merece por sus cualidades sin perjudicar a los demás.
A diferencia de otras naciones entonces con unidades militares formadas sólo por mujeres, España optó por incorporar a la mujer a las Fuerzas Armadas paulatinamente, sin discriminar donde y cómo lo haría hasta llegar a incluirlas en cualquier puesto y tarea. Fue una decisión amparada en la Constitución de 1978, sin pasos previos, sin ningún matiz discriminatorio, que aplicó a las mujeres las normas existentes, dictadas entonces únicamente para hombres. Lo que pudo llevar a pensar que sería un problema, resultó ser todo lo contrario. Fue una solución equitativa que preservaba precisamente la igualdad de trato y la diversidad social, incluida la de género.
Aquella organización militar de hombres fue lo suficientemente flexible para absorber el cambio que suponía la presencia de la mujer en sus filas, como lo fueron las mujeres militares de entonces para asumir las responsabilidades que suponía ser soldado. Sin embargo, dar por buena esa tendencia de hoy a establecer normas diferentes y cuotas para hombres y mujeres en las Fuerzas Armadas basadas en la discriminación por razón de sexo puede llevar a limitar el futuro profesional de la mujer al particularizar su estatus dentro de la milicia. Espero que tener una oficial general deje de ser noticia por ser mujer y lo sea por ser buen militar.
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