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Cada día tengo más claro que los libros, la lectura, la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, nos hace más libres, mejor informados, y la suma de adeptos incidirá en una sociedad más culta, más inquieta y mejor informada, que siempre es el mejor antídoto con el que combatir los fanatismos, los extremos, la radicalidad, que siempre son la puerta abierta a la involución. Esa involución que ya está aquí. Por tanto, libros para espantar la pesadilla, libros para pensar, y libros para disfrutar en este tiempo que llega, en el que se suelen regalar, el que pueda o quiera, claro. Pero en caso de duda, siempre, regale un libro, porque hacerlo no solo supone que quieres o que sientes afecto por la otra persona, también que la estimas, la tienes en consideración, esa expresión que me fascina. Se trata de querer, de amar los libros, tal y como proclama Juan Bonilla en La novela del buscador de Libros, que ha publicado la Fundación José Manuel Lara.
Un delicioso texto en el que Bonilla no solo nos desvela sus grandes pasiones literarias, también su querencia, a ratos extrema, por el objeto, por el papel impreso. Ediciones imposibles del Lolita de Nabokov, del Rayuela de Cortázar, encuentros con Alberti o Quiñones, Literatura en estado puro. Contagia Bonilla ese amor por los libros que nos cuenta, mediante un texto tan brillante como emocional, jubiloso en todo momento. Me ha vuelto a sorprender Helen Garner, con esa narrativa seca pero precisa que exhibe, en esta ocasión en La casa de los lamentos. Crónica de un juicio, que ha publicado Libros del K.O. Una trama que en cierto modo nos puede recordar al caso Bretón, ya que Garner nos relata con apabullante realismo un juicio real, a Robert Farquharon por su supuesta responsabilidad en la muerte de sus dos hijos, en un accidente automovilístico, en 2005, tras separarse de su esposa. Impecable trazado narrativo de toda la secuencia, apoyado en un deslumbrante retrato psicológico de los protagonistas. Alta Literatura la que nos ofrece Garner en su nueva entrega.
A estas alturas del año, no me cabe duda de que Trilogía de la Guerra, de Fernández Mallo, El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández y Feliz final de Isaac Rosa, de nuevo en Seix Barral, componen el podio de las novelas escritas en español que más me han impresionado/gustado en este 2018 que finaliza. Que Rosa es una de las grandes voces narrativas de los últimos años vuelve a quedar de manifiesto en su nueva novela. Una obra de amor, sí, de amor he dicho, en la que se disecciona desde la miopía hasta el astigmatismo las relaciones de pareja, desde todos los ángulos posibles. Una novela que te emociona, que te enfada, en la que te sientes identificado con frecuencia, ya que muchas de las escenas relatadas bien las podríamos haber protagonizado cualquiera de nosotros. Hay pasajes realmente memorables en Feliz final, cuando la realidad se asoma al absurdo, hasta el punto de robarnos la carcajada, como vía de escape del sonrojo propio. Feliz final tal vez sea la mejor disección que se haya realizado del amor, o de las relaciones de pareja, en estos tiempos de velocidad y olvido. En estos tiempos del solo hoy, ayer borrado y mañana en la distancia ignorada.
No creo en los milagros pero ha amanecido. El último bloque de recomendaciones literarias está protagonizado por Javier Sánchez Menéndez, en esta ocasión en sus facetas poética y de compilador/antólogo. Chamán Ediciones ha reunido toda su obra poética, desde 1983 a 2017, en un volumen titulado También vivir precisa de epitafio y que ha sido editado por José Luis Morante. Poemas y poesía con pretensión de permanencia, siempre en batalla contra lo vacuo, lo superfluo y la facilona cultura low cost de digestión instantánea. Desde esta perspectiva, no es de extrañar que Sánchez Menéndez haya dedicado los últimos años a estudiar y recopilar la obra poética de María Zambrano, y que ahora ve la luz en un volumen titulado María Zambrano. Poemas, publicado por La Isla de Siltolá. En el clarificador y apasionado texto introductorio, Sánchez Menéndez escribe: Toda su obra es una glosa permanente, de insólitos alcances para el pensamiento. Y María Zambrano escribió: Allí donde alumbran más claramente los símbolos están los lugares del sueño. Sueños, realidades, como en los libros recomendados. La semana que viene, más.
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