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El mundo en dos jornadas
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En estos tiempos en que vivimos actualmente, con tinieblas, sombras e incertidumbres para muchos, ya hay escritores que manifiestan que el virus somos nosotros. No somos ni malos ni buenos por naturaleza, pero los seres humanos nos comportamos, me temo que muchas veces, con avaricia, ambición y crueldad. Para algunos autores, el comportamiento malvado del ser humano es su condición natural. Erich Fromm, en su libro El corazón del hombre, discute el aspecto destructivo y violento del ser humano, lo que el autor considera la mayor cárcel de nuestra especie. En nuestro interior coexisten la tendencia al bien y la tendencia al mal. Jean Jacques Rousseau hablaba de la bondad natural del ser humano, yo creo sin ninguna duda en ella. ¿Por qué en algunos se manifiesta la maldad que conduce a la explotación, la ambición, el acaparamiento de recursos en detrimento de otros seres humanos, la destrucción y la violencia? Pienso que son los componentes sociales y económicos de la matriz ambiental, mal enfocados para el bien común, los que inducen el mal en el mundo. La matriz ambiental plagada de factores negativos, carencias básicas y ambiciones sin límites conducen al ser humano al mal. Si cambiamos las condiciones materiales (formas y relaciones de producción), el ser humano no manifestará esa maldad. Al analizar la condición violenta y agresiva del ser humano, Erich Fromm habla una orientación en un eje que queda determinado por los extremos necrofilia y biofilia, es decir el amor a la muerte y el amor a la vida. El predominio de la necrofilia, manifiesta Fromm, contribuye a generar el síndrome de decadencia, la quintaesencia del mal, el estado patológico más grave y raíz de la destructividad e inhumanidad más depravada, el egoísmo, el alejamiento de la empatía y el amor al prójimo. Por ello no hay distinción más fundamental entre los seres humanos, psicológica y moralmente, que la que existe entre los que aman la muerte (necrófilos) y los que aman la vida (biófilos).
En este tiempo de tinieblas (tiempo de silencio y tiempo de destrucción, recuerdo aquí las dos magníficas novelas, que llevan esos títulos, de Luis Martín-Santos) ha emergido una matriz ambiental de ambiciones y maldades que sacará lo peor del ser humano, una manifestación local o globalizada de necrofilia, que nos aleja de la deseable biofilia. Las condiciones ambientales facilitadoras de la necrofilia emergen y el mal se asienta.
Estamos viviendo un tiempo donde vemos el indecente y criminal comercio de respiradores y mascarillas, y otros elementos esenciales para que no mueran personas. ¿Cómo es posible? La oportunidad surge en la desgracia para los desalmados. En este tiempo podría haber un colapso económico. Muchos expertos dicen que las crisis del sistema capitalista se regulan solas, pero ocultan que esta regulación es a través del sufrimiento y la pobreza de muchos inocentes mientras otros se enriquecen. ¿Cuántas personas y empresas se enriquecerán en el mundo por esta crisis? De nuevo se manifiesta la necrofilia, la matriz ambiental lo ha permitido, y emerge el mal. Frente a este mal que ocasiona muertos estamos actuando con gran sacrificio de una inmensidad de inocentes. La sociedad ha respondido con solidaridad a los caminos que el Gobierno de España ha decidido son los correctos. Cada día muchas personas hacen el bien en hospitales y calles cuidando al colectivo, policías, guardias civiles y ejército. Cada día miles de personas aplauden en balcones y ventanas, es amor, es biofilia, es nuestro natural. Pero esta esa otra porción de la humanidad, los necrófilos, que se aprovechan del mal común en vez de velar por el bien común. El Gobierno de España que ha decidido cuál es el mejor camino para nuestro bien en estos tiempos de colapso sanitario, pero debe velar también para que el retorno a la normalidad no sea traumático, es su responsabilidad, y que el trabajo vuelva y la distribución justa de la riqueza, especialmente para los necesitados que se han generado en este tiempo de tinieblas el tiempo del Covid-19, sea una realidad. No podemos sufrir un colapso económico. Pidamos fuerza al Gobierno de España para que resista la presión algunos sectores de Europa que no consideran el problema como común, no podemos volver a imposiciones europeas como las de 2008. Pidamos también a nuestro gobierno local que vele, dentro de sus posibilidades, por la equidad y la justicia social.
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