Salvador Gutiérrez Solís

Selectividad

La tribuna

La Selectividad supone en la vida de cualquier joven pisar un nuevo peldaño de esa escalera que conduce a nuevas plantas y alturas

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18 de junio 2023 - 00:15

Ha cambiado a lo largo de los años, su puntuación es complicada de entender, pero en lo básico, en lo esencial, y en algo más, la Selectividad sigue siendo igual que siempre. Y eso lo he podido comprobar en las últimas semanas, que mi hijo ha dedicado a preparársela y finalmente a examinarse. Comentarios de texto, La casa de Bernarda Alba y Primo de Rivera, grandes clásicos de las selectividades de siempre, que este año han vuelto a caer, para regocijo de unos y decepción de otros. Y vaya lío se ha montado con el examen de Matemáticas, que ha generado un torrente de llantos y quejas. Con bastantes años menos, me reconocí en mi hijo y en los chavales que contemplé el otro día. En los ojos de cansancio y en los bolígrafos maltratados. Y también en los nervios, la expectación, la curiosidad, la emoción, el temor, y hasta el pánico. Explosivo cóctel no apto para todos los estómagos, precisamente.

También empezar la Selectividad un martes 13 tiene su aquel, quién dijo miedo, que ya podrían haber escogido otra fecha, nada más que por respeto al gafe nacional. Días, en cualquier caso, que recordarán a lo largo de sus vidas, y es que la Selectividad tiene ese punto, de estratégico e importante instante vital, del tipo a la extinta (y espero que por siempre) mili, que en muchos casos suponía salir de tu casa por primera vez. Un momento crucial que tal vez les llega demasiado pronto, o que tal vez les sirve para madurar, en pensar en mucho más que lo inmediato. Hay mucho más allá tras el siguiente metro. Y tras poner el punto final, tocan días de nervios hasta saber la nota conseguida y, sobre todo, la media con lo obtenido en el Bachiller, que será lo que determinará si pueden acceder o no a la carrera universitaria deseada. En cuanto a las notas de acceso podríamos hablar y reflexionar durante mucho tiempo.

Me resulta incomprensible que haya titulaciones, como por ejemplo Enfermería o Medicina, donde hay una clara carencia de nuevos titulados, y sin embargo el poder acceder a estos estudios es lo más parecido a una odisea, por la altísima media que exigen. Es algo, que desde mi escaso conocimiento sobre el asunto, me cuesta mucho entender. Y no estoy diciendo que se den todas las facilidades, que se baje mucho la nota de corte, me refiero a que se amplíen el número de plazas, tal y como está demandando el propio mercado laboral.

Pero volviendo a la Selectividad, que se ha tratado de modificar y de mejorar a lo largo del tiempo, siempre quedará la duda sobre su verdadera validez. Jugarse tanto, porque es mucho, en un examen que puede coincidir con un mal momento del estudiante, por nervios, presión o por repentinas dudas, o por lo que sea, que a todos nos puede pasar en nuestro trabajo, me parece injusto, como poco. Ese jugárselo a un carta que cuenta con tanto valor parece que sigue siendo el método fiable con el que decidir si un joven merece o no acceder a unos estudios u otros. Puede que no haya otro método, o que sea muy complicado articular ese otro método. Da igual. El resultado, como estamos viendo, es el mismo.

El cualquier caso, la Selectividad, la comprendamos o aceptemos más o menos, supone en la vida de cualquier joven pisar un nuevo peldaño, más elevado que el anterior, de esa escalera que conduce a nuevas plantas y alturas. Ojalá todos los chavales que se han presentado estos días a esta prueba puedan seguir ascendiendo peldaños, subiendo la escalera, hasta alcanzar la planta de sus sueños. Que sea su talento, inquietud o trabajo el que limite ese llegar o no llegar al lugar deseado, pero no la falta de oportunidades. Y es que la educación sigue siendo la escalera, o mejor el ascensor social más potente que disponemos. Y si se atasca, si se reducen las oportunidades, si no es pública y universal, y llega a depender de los recursos económicos de las familias, el ascensor social se atasca. Y más aún, no creo que haya peor inversión de un país que renunciar a una parte de su talento. Y eso no se paga con dinero.

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