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Todos los meses de agosto, desde que recuerdo, acudiendo a eso que muchos periodistas califican como “noticias fresquitas” (cositas ligeras con las que rellenar las páginas de los periódicos, para entendernos), hemos visitado ese hotel nudista de Vera, en Almería. O nos han contado que mueren más personas por picaduras de avispas que por ataques de tiburones. Hablando de avispas, tela las que hemos tenido este verano. Esta misma semana he escuchado un dicho al respecto: verano de avispas, otoño de ventiscas. Si se cumple, va a caer la más grande en los próximos meses. También hemos leído en otros agostos, menos intensos que el que acabamos de dar por zanjado, que hay granjas de tal o cual especie, nos han anunciado mil veces el fichaje de cierto delantero francés y demás noticias recurrentes. Pues este pasado agosto, como excepción que debe haber en toda regla, o eso dicen, no ha sido necesario. Que ha venido bien cargado, requiriendo más columnas de la cuenta en los titulares, en más de una ocasión. En gran medida, ha sido un agosto muy en clave mujer, pero no exclusivamente. Vayamos por partes, que en esta ocasión puede tener más de una acepción. Cuando creíamos que Feijóo iba a tener todo el protagonismo (aunque él esperaba que fuera de otra manera), llegó Daniel Sancho y esa película tailandesa que ha protagonizado, en la que ha fundido en una misma trama El expreso de medianoche, El silencio de los corderos y una versión gore de Sé lo que hicisteis el último verano. Pero llegaron las chicas para robarle audiencia. En primer lugar, Amaral y sus tetas, libres, expuestas sin reparo y con orgullo, para denunciar la censura padecida por algunas de sus compañeras.
No tendríamos dedos en las manos para contar todos los roqueros que se han descamisado sobre el escenario. Así, a bote pronto, me vienen a la cabeza Prince, Dave Gahan, Freddie Mercury, Iggy Pop, Sidonie o Bunbury, y me dejo a muchísimos otros en la memoria. Para ninguno de ellos, para ninguno, el hacerlo le supuso nada, absolutamente nada. Porque nunca se ha discutido que un hombre pueda enseñar su pecho. Pero si lo hace una mujer… ay. Entonces regresamos a la caverna, nos juntamos los dedos con pintura y volvemos a dibujar mamuts en las paredes. Inmediatamente después, a la selección femenina de fútbol le dio por ganar partidos de tal manera que acabó conquistando el título del Mundial de Australia y Nueva Zelanda, igualando a los hombres. En esta ocasión, fue la sevillana Olga Carmona la que hizo de Iniesta para alcanzar la gloria. Y lo que tendría que haber sido, porque lo ha sido, una gran gesta deportiva, se ha visto enturbiada por el deleznable comportamiento del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. Seguro que le suena ese nombre y, sobre todo, ese apellido. Además de su grosera celebración en el palco, a escasos metros de la Reina y la Infanta, no tuvo otra ocurrencia que besar sin consentimiento a una de las jugadoras de la selección, la madrileña Jenni Hermoso.
Ya sabe el resto de la historia, triste y casposa historia, pero de momento el final está por llegar, y dadas las circunstancias, y hasta las huelgas de hambre, cualquiera es posible, aunque solo sea el que debe ser. Pase lo que pase, tengo muy claro que la Selección de Fútbol Femenino ha ganado más que el Mundial, y hasta considero que ha hecho por todo el estamento futbolístico mucho más que la selección masculina, a pesar de la diferencia de años de vigencia. Hablo de sanear lo enfermo y gangrenado durante demasiado tiempo. Hablo de que muchos hombres entiendan y sepan que se acabó, que si no tienen el comportamiento adecuado con una mujer pueden pagar las consecuencias. Y hablo de las niñas, de todas las niñas, y especialmente de aquellas que quieran practicar cualquier deporte, más allá del fútbol. Les han enseñado que pueden conseguirlo y que cuentan con las capacidades para hacerlo. Ha sido agosto tiempo de mujeres, por sus conquistas y por sus agresiones. Qué raras se me hacen todavía tantas cosas, tan evidentes, tan lógicas, y que los años y el machismo han convertido en cotidianas.
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