César Romero

Cansinos insoportables

La tribuna

8012667 2024-08-03
Cansinos insoportables

03 de agosto 2024 - 03:09

Cada cual podrá hacer su lista de tipos cansinos. Vaya aquí una mera muestra, limitada: ?1.- Artistas llorones: quien empieza a pintar se cree Velázquez, Cervantes quien a escribir. Cuántos genios incomprendidos ha habido, y hay. También uno, cuando comenzó a darle a las teclas, se creyó un nuevo Juan Benet y cada vez que recibía una carta de rechazo editorial despotricaba de esta perra vida. No hubo suerte, o en verdad quizá la cosa nunca fuera para tanto, lo cierto es que las lágrimas tiempo ha se secaron. Queden para los jóvenes aspirantes a genios, nuevos Quijotes luchando contra los molinos de siempre. Son comprensibles. Las que no, ya, son las de esos supuestos artistas que han triunfado y aun así siguen lloriqueando por las esquinas. Hay un escritor a quien, por ser estricto coetáneo, uno lleva toda la vida oyendo lamentarse, quejicoso. Ha ganado afamados premios de novela y no pocos de columnista, porque también escribe columnas en un periódico nacional desde hace décadas, y el muchacho sigue llorando. Cada vez que saca un tocho nuevo, al que tanto los críticos que lo han leído como los que no califican indefectiblemente de obra maestra, da entrevistas en radios, televisiones y periódicos, desde La verdad de Murcia hasta El adelantado segoviano. Pero nada, ahí sigue con su queja: nadie lo valora, es un marginado, un raro incomprendido. Una carcajada inmensa entra al verlo lloriquear. Es como su maestro y primer mentor, que anduvo protestando porque no le daban el premio Cervantes y, cuando se lo dieron, porque no era académico. Qué insoportables estos artistas que lo tienen casi todo y aún les parece poco. Son tan pesados con el llanto como con sus agotadoras obras, tan prescindibles e inanes.

2.- Poderosos perseguidos: una variante de estos llorones la forman los poderosos que se ven perseguidos, acechados, acosados por doquier. Cuando el felipismo, como denominó el gran Márquez Reviriego los años de mayoría absoluta de Felipe González, había más de un periodista (bueno, que ejerce de tal aunque sea intruso: catedrático de instituto, licenciado en Derecho, Medicina, Historia, etc.) que todos los días proclamaba que su libertad de expresión estaba amenazada. Y lo hacía en una tertulia radiofónica de buena mañana, otra televisiva de sobremesa y su columna de opinión en prensa diaria. Jamás tipos más poderosos se sintieron tan perseguidos. Que nos amordazan, gritaban, y aún gritan, desde la variedad de medios que tienen a diario a su disposición. Y no se crea que estos perseguidos con altavoz son de una determinada tendencia ideológica. ¿Cuántos políticos ha habido, y hay, que en sus poderosas poltronas se dicen acosados? Son curiosos estos perseguidos que tienen el BOE a tiro de decreto-ley y legislan como les place, o un largo programa radiofónico o una columna diaria en prensa, cuando no ambas cosas, y exclaman que se quedan sin libertad de expresión, que están coartados y amordazados. Curiosos o mentirosos o, bien mirado, muy peligrosos.

3.- Ciudadanos asustadizos: del mismo paño que esta clase de políticos y periodistas son los ciudadanos asustadizos. Asustadizos y cansinos hasta el hartazgo. Quienes sumen algunos años recordarán cómo antes de llegar el PSOE por vez primera al poder corrió la especie de que en cuanto gobernaran expropiarían bienes privados, freirían a impuestos al rico y al modesto ahorrador, etc. Algo parecido sucede ahora con la llamada extrema derecha. En cuanto una encuesta apunta a que una posible coalición de partidos de derecha pueda gobernar, aparece el director de cine con permanentes gafas de sol, o el veterano actor pareja de una antigua musa televisiva, o el rockero octogenario, para recordarnos que cuando mande la derecha extrema los armarios volverán a llenarse de homosexuales, y las mujeres deberán volver a las cocinas, y los viejos se quedarán sin viajes en invierno con sus bailes de pajaritos por aquí, pajaritos por allá, que en un abrir y cerrar de ojos regresaremos a la España de comienzos del siglo XX. Y todos sacan a pasear el espantajo del franquismo, aun los que eran ya adultos cuando el dictador la espichó, lo que le lleva a uno a pensar que o bien han olvidado cómo fue aquella dictadura, o bien ellos no vivieron tan mal bajo su palio, y que aprendieron cumplidamente la lección de asustar a la ciudadanía, para así seguir cada uno ostentando su parcelita de poder, ese poder que no quieren perder y siempre ven amenazado, que defienden con las lágrimas del llanto infinito que vienen practicando desde antes de ser los cansinos insoportables en que han devenido.

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