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El atentado de Hamas del 7 de octubre del pasado año, provocó una nueva guerra; una más a añadir a las guerras de 1949, 1956, 1967 y 1973 que han jalonado el conflicto entre israelíes y palestinos desde la creación del Estado de Israel. La guerra en la Franja de Gaza ha evidenciado dos cosas: una, la agresión terrorista por parte de Hamas, que como responsable de la iniciativa tenía que haber previsto –error de cálculo o no– una respuesta total por parte de Israel; otra, la respuesta desproporcionada de Israel y sin contención humanitaria, mas de 41.000 víctimas, utilizando además el asesinato como arma de guerra. El primer ministro Netanyahu ha demostrado que no hay línea roja que Israel no pueda traspasar, se trate de resoluciones de la ONU o de las normas del Derecho Internacional. No se trata de cuestionar el legítimo derecho de Israel a su defensa después de la agresión, pero como señala la Corte Internacional de Justicia de la ONU “este derecho no es ilimitado y se ha de regir por las normas internacionales”.
La extensión de la guerra (Líbano, Yemen y la escalada entre Israel e Irán) refleja que estamos ante una guerra regional total en la que Israel trata de poner de manifiesto su fortaleza disuasoria y la capacidad de respuesta de sus Fuerzas Armadas. No es una guerra entre estados como las anteriores sino una guerra que enfrenta a Israel, con la inhibición de los estado árabes, a milicias armadas y organizadas apoyadas por Irán, país que aspira al arma nuclear y pretende ser una potencia hegemónica en Oriente Medio. Esto tiene una deriva geopolítica: la alianza entre China, Rusia e Irán para competir con los Estados Unidos por la hegemonía en el Orden Mundial.
Ante la tragedia humana provocada por la intervención en Gaza, EEUU y la UE, claves en la supervivencia de Israel, no han podido convencer a las partes en conflicto para un “alto el fuego”. Algunos politólogos entienden que la clave de las relaciones internacionales y del inicio de las guerras está en la naturaleza humana de los dirigentes de los estados. En este sentido, Netanyahu tiene la responsabilidad de garantizar la seguridad del estado ante las amenazas. El objetivo inicial de la guerra era la intervención en Gaza y la anulación de Hamas como milicia armada. Objetivo conseguido. Pero ante la continuidad de la guerra en el Líbano y la escalada con Irán pueden estar en juego otros factores ademas de la seguridad: el interés político de Netanyahu en recuperar su prestigio político, evitar los juicios pendiente por corrupción y atrasar la creación de la Comisión de investigación en la Kneset por los hechos ocurridos el pasado 7 de octubre. En este contexto, la proximidad de las elecciones a la presidencia de los EEUU ha venido a facilitar la estrategia del primer ministro y su posición de dureza ante un acuerdo para parar la guerra.
La victoria militar de Israel en esta guerra no solucionará el desastre geopolítico del abismo abierto entre Occidente y el mundo árabe y musulmán; no solucionará el problema de la seguridad de Israel ni acabará con la ideología y las aspiraciones de los palestinos. Todo dependerá de una solución política al largo plazo pendiente desde la creación del Estado de Israel: un proceso de paz que implique el reconocimiento de Palestina como estado como ha hecho la Asamblea General de la ONU (25.6.2024). Plantear esto en plena guerra puede parecer un actos de puro voluntarismo. Pero Palestina tiene derecho a ser reconocida como estado e Israel tiene derecho a ser un Estado con fronteras seguras, a que sus ciudadanos vivan con la seguridad de no ser atacados y a establecer relaciones pacíficas con los estados de la región. Solo una solución política evitará mas guerras en el futuro.
Shimon Pérez (1923-2016), una figuras política importante en la historia de Israel, tenía una visión de un Oriente Medio que pasaba por la solución completa del conflicto palestino-israelí. Pensaba que la seguridad del estado no solo dependía de su fuerza militar, sino también de la política. Pensaba que era un error que Israel tratara de perpetuar el “status quo” territorial y que continuara apoyando su seguridad en unas Fuerzas Armadas desmesuradas y gravosas. Su alternativa era la retirada de Israel de los territorios ocupados y la apertura de fronteras para extender sus relaciones económicas a través de toda la región (Avi Shlaim).
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