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La política de conservación de la naturaleza construida a base de declaraciones de espacios naturales protegidos, comienza en España con la Ley de Parques Nacionales de 1916. Fue una ley moderna, de corte regeneracionista, promovida por el marqués de Villaviciosa de Asturias, Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, inspirada en las propuestas naturalistas de Estados Unidos (Yellowstone o Yosemite), dirigida hacia la conservación de los grandes y espectaculares paisajes con una naturaleza agreste y salvaje. De ella surgen las declaraciones de los Parques Nacionales del Valle de Ordesa y de la Montaña de Covadonga (1918). La unión de patria y fuerza de la naturaleza “en su primitivo estado natural”, constituyó el mejor acicate tanto para recuperar la estima de lo nacional, como para abrirse hacia el incipiente turismo como motor de desarrollo local. Pocos años después, en 1927, una Real Orden del Ministerio de Fomento promueve la declaración de nuevos espacios protegidos: los denominados Sitios Naturales y los Monumentos Naturales de Interés Nacional de España. Frente a los grandes paisajes como leit motiv de los Parques Nacionales, se deba entrada a la conservación de elementos específicos y de pequeña dimensión (sitios) de la naturaleza, siguiendo ahora el modelo de los monumentos naturales de la conservación alemana, como por ejemplo: determinadas cavidades, roquedos con una forma específica , las cascadas, árboles significativos, etc. Corresponde a Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), el impulso de estas figuras. Considerado el patriarca de la Geografía Física española, geólogo, catedrático en la Universidad de Madrid y académico en la época, buen conocedor de Andalucía como catedrático del Instituto de Córdoba y académico de la Real Academia de Ciencias de dicha ciudad, Hernández Pacheco contemplaba como elementos fundamentales del paisaje “el roquedo y la vegetación”. De ahí que trajera para Andalucía los dos primeros espacios protegidos con el roquedo de caliza como protagonista de la conservación: el Torcal de Antequera (Málaga) y el Picacho de la Virgen de la Sierra de Cabra (Córdoba). Pasaron los años y la protección de la naturaleza se volcó decisivamente en los años 60-70 del siglo XX hacia la preservación de la diversidad biológica, bajo el paraguas del concepto de biodiversidad (Parques Nacionales, Reservas Naturales, Parajes Naturales, etc.) e incluso la figura internacional de Reservas de Biosfera. Con el impulso de la Sociedad Geológica de España, en 2008, durante el V Congreso Mundial de la Conservación celebrado en Barcelona, se consiguió que, al igual que había una biodiversidad y un patrimonio biológico, también se reconociera la importancia de la conservación de la geodiversidad y del patrimonio geológico en tanto que baluartes del reconocimiento de la historia de la Tierra. Se comenzaba a cerrar el círculo de la conservación del medio físico que se había iniciado con Hernández Pacheco, había seguido con las referencias en la Ley del Patrimonio Histórico Español incorporando las referencias al patrimonio paleontólógico (1985), continuó con la incorporación de la figura de Monumentos Naturales en la Ley de la Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre (1989), así como en la Ley-Inventario de Espacios Naturales de Andalucía (1989), hasta llegar a la Ley nacional del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad (2007). Hoy día 6 de octubre, se celebra desde el año pasado el Día Mundial de la Geodiversidad (UNESCO) y en Andalucía tenemos motivos para festejar este evento: tenemos una geografía física y geología muy geodiversa, se cuenta con la tradición de los primeros monumentos naturales, con una Estrategia de Gestión de la Geodiversidad, con Parques Naturales que tienen la declaración de Geoparques de UNESCO (Sierra Norte de Sevilla, Cabo de Gata y Subbéticas Cordobesas) y un inventario de Monumentos Naturales declarados bajo los criterios de geodiversidad. También con declaraciones de otros espacios naturales donde los elementos de la geodiversidad (constitución geomorfológica, procesos edafológicos e hidrológicos) resultan claves para la conservación de la biodiversidad. Pensemos especialmente en los humedales andaluces, una parte relevante declarados Parques o Reservas Naturales con un catálogo internacional de Sitios Ramsar (Doñana, Sierra Nevada, Fuente de Piedra, Lagunas de Córdoba, Bahía de Cádiz, etc.). Geodiversidad es patrimonio de conservación. Enhorabuena. Felicidades.
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