Juan Millán

El "gran día" en el olvido

La tribuna

Detalle de la portada de 'Historia de las agitaciones campesinas andaluzas', de Juan Díaz del Moral.
Detalle de la portada de 'Historia de las agitaciones campesinas andaluzas', de Juan Díaz del Moral.

09 de mayo 2019 - 12:01

Licenciado en Geografía e Historia y presidente de la Casa de Castro del Río en Sevilla/LA historia y relevancia del movimiento anarcosindicalista de las primeras décadas del siglo pasado en nuestra provincia ha quedado registrado fundamentalmente en una obra ya clásica: Historia de las Agitaciones Campesinas Andaluzas de Juan Díaz del Moral y más parcialmente en el "precioso folleto elegantemente escrito" que según el propio notario de Bujalance es El Espartaquismo Agrario Andaluz, de Bernardo de Quirós. Díaz del Moral describe un relato de aplicación al menos a nivel andaluz. Así reza el propio título de su obra. Pero relato al fin y al cabo centrado en nuestra provincia, en la campiña y con el foco puesto especialmente en algunos pueblos. Sin ninguna duda, Castro del Río es uno de ellos: "Y como correspondía a su historia y a su intenso cultivo, fue Castro del Río la que inició el fuego y la que creó las tácticas de la lucha".

En el centro instructivo de este pueblo de la campiña se celebraron dos congresos obreros durante el periodo cenit de aquel movimiento, trienio bolchevique, 1918-1920. El primero, a finales de octubre de 1918 y sobre el segundo se han cumplido estos días precisamente su primer centenario (3, 4, 5 y 6 de mayo).

Las raíces e historia se dice desde nuestros pueblos reiteradamente que nunca se olvidan; sobre todo cuando esa historia y raíces presentan perfiles menos inoportunos a la lupa electoral o mas aideologizados que el caso que nos ocupa.

Hace unos años que el Ayuntamiento de Córdoba desarrollaba unos premios a la investigación denominados precisamente Díaz del Moral y se conmemoró el centenario del nacimiento del agrarista cordobés Eloy Vaquero. También en Castro del Río en alguna ocasión se han celebrados eventos sobre esta temática. Ahora, que conozcamos, el único recordatorio de esa historia y centenario de los congresos de Castro ha sido una conferencia organizada humildemente por la Casa de Castro del Río en Sevilla y pronunciada, eso sí, por toda una autoridad en la materia, el profesor Antonio Miguel Bernal.

Brillante exposición del talentoso profesor sobre los antecedentes históricos, sus diferentes postulados ideológicos o las cuestiones morales tan fuertemente arraigadas en aquellos luchadores expectantes ante la llegada del "gran día". Ese día de justicia social hay dudas que este mucho mas próximo un siglo después.

Según Bernardo de Quirós, unos de los acuerdos de aquel primer congreso celebrado en Castro del Río fue "que hasta tanto que la tierra sea de los que la trabajan, se exija a municipios, gobiernos y ministerios el empleo de todos los obreros parados" (la cursiva es nuestra).

Detrás de la demanda de tierra subyace anhelo por una mayor igualdad social que hoy no se concreta en ese reparto, pues la agricultura es un sector productivo fuertemente mecanizado y capitalizado. Ese sentimiento reivindicativo se traduce en sistemas fiscales progresivos, presupuestos públicos redistributivos y en crecimiento económico más inclusivo. Cien años después, lo mismo, mayor igualdad social.

Los García Birlan, Sánchez Rosa, Salvador Cordón y tantos otros que labraron la tierra y también esa página gloriosa de nuestra historia sí son merecedores de la atención, por caso, de una tesis en la Universidad de Waseda a cargo de Masaya Wanatabe (se ve que no hablamos de ahí mismo): Reforma, revolución y contrarreforma en Andalucía: El odio africano, o la lucha de clases bajo el latifundismo (1). No estaría de más miradas por encima de lo políticamente correcto en nuestro entorno más cercano y que compromisos formulados como el de un museo sobre temas campesinos en Castro del Río no duerman más en el sueño de los justos.

(1) Con la expresión "odio africano" se hace referencia a las diferencias entre la clase obrera y los propietarios y parece que la acuñó Francisco García Espín, propietario y alcalde de El Carpio, en su preocupación por la penetración de las ideas bolcheviques entre los trabajadores.

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