Kosovo, 25 años de anomalía

La tribuna

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Kosovo, 25 años de anomalía

29 de junio 2024 - 03:06

El azar juega a veces a ser demasiado azaroso. En junio han coincidido el 25 aniversario del fin (oficial) de la guerra de Kosovo y los cánticos de albaneses y croatas unidos en la Eurocopa de fútbol al grito de Matad al serbio. El periodista deportivo Àxel Torres, entrevistado ya en este diario y autor de Crónicas balcánicas (libro viajero sobre fútbol y geopolítica en Kosovo, Albania y Serbia), ha recordado que estos cánticos salvajes no son en absoluto extraños y sí populares en ciertos ambientes.

Se han visto en la Eurocopa pancartas con el lema Kosovo is Albania (igual que los serbios mostraron enseñas de no rendición a ceder su amada matria, cuna y mito nacional desde la derrota ante los turcos en Kosovo Polje en 1389). En las gradas con hinchas albaneses, tocados con sus simpáticos gorritos qeleshes, se han prodigado las banderas del UÇK (la milicia terrorista albanokosovar, pero que devino en héroes de la causa con el plácet de la cínica Casa Blanca). Algunos seguidores también iban ataviados con parkas del UÇK. Un periodista kosovar fue multado por hacer el gesto proalbanés del águila a los serbios (preciosa, por otra parte, es la bandera rojo sangre de Albania con su águila bicéfala en negro). El jugador de Albania Mirlind Daku también fue sancionado por insultar a los macedonios con un megáfono (en la hoy Macedonia del Norte su población albanesa aviva el ensueño de la Gran Albania).

El tiempo pasa pero no cauteriza las heridas. El 10 de junio de 1999 acabó la guerra en Kosovo, tras 78 días de bombardeos ilegales por parte de la OTAN sobre el frente de Kosovo, Belgrado y otros enclaves de Serbia (país acusado de ser el único culpable de las atrocidades cometidas en la ex Yugoslavia). Sin aval expreso de la ONU, la OTAN del secretario general Javier Solana propició la que sería su primera acción de combate no defensiva y ajena a sus estatutos fundacionales.

La OTAN y Estados Unidos adujeron que se actuaba para atajar otra limpieza étnica de los serbios sobre los albanokosovares (nada trascendió, hasta mucho después, sobre las tropelías del UÇK y sus vínculos con el crimen organizado y el tráfico de órganos de sus dirigentes). Sin Guerra Fría, bajo la incierta Rusia de Yeltsin, la OTAN reinventó su razón de ser. La “guerra humanitaria” en Kosovo (aquí empezó el oxímoron) servía para distraer la atención del chusco caso de la becaria Lewinsky y el presidente Clinton. Tras el acuerdo fallido en Rambouillet (se le ofreció a Serbia poco menos que su suicidio como país), la guerra acabó con la derrota dulce del odiado Milosevic (ese “hijo de puta”, como lo llamó a las claras Madeleine Albright, entonces secretaria de estado norteamericana). El ogro serbio aceptó la resolución 1.244 del Consejo de Seguridad de la ONU. Dicha resolución establecía el fin represivo en Kosovo por parte de Belgrado, el despliegue de una fuerza internacional, el respeto a la integridad territorial del resto de Yugoslavia (hoy Serbia) respecto a su provincia de Kosovo y la concesión, a la vez, de autonomía y democracia plenas para un territorio de clara mayoría albanokosovar respecto a la serbia (la natalidad albanesa sigue siendo la más alta de Europa).

Como dice el profesor de la Universidad de Granada José Ángel Ruiz Jiménez (autor del reciente Yugoslavia, la guerra y la paz en los nuevos países balcánicos), Kosovo se convirtió en un protectorado: la UNMIK administrativa (vía ONU), la KFOR militar (OTAN) y la EULEX (EU). Desde 1999 y bajo supervisión, el gobierno albanokosovar, gratificado con millonarias inversiones, gestiona la vida política y la fallida economía de Kosovo. En 2008 proclamó unilateralmente su independencia, nunca avalada, entre otros, por los gigantes China y Rusia, ni tampoco por España (sí reconoce el uso del pasaporte kosovar en el espacio Schengen).

Los bombardeos con “daños colaterales” sobre Belgrado provocaron mayor brutalidad aún entre serbios y el UÇK. Miles de civiles fueron asesinados (la turbadora película La carga de Ognjen Glavonic trata sobre los traslados clandestinos de cadáveres desde Kosovo a las afueras de Belgrado). A fines de 1999 y luego en 2004, se produjo la posterior limpieza étnica de los serbios de Kosovo. A nadie le importó. La “guerra humanitaria” ya no interesaba. La escasa población serbia se arracima hoy en la conflictiva Mitrovica, separada de los albanokosovares por el río Ibar. En Belgrado, uno pasea por los puentes sobre el Sava y aún hoy, 25 años después, son visibles grafitos anti OTAN y anti UE. Kosovo, con el este de Ucrania de fondo, es hoy la república del lapso y la anomalía internacional.

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