La tribuna
No al acuerdo UE-Mercosur
La tribuna
Hace ahora cinco años (2019) se alcanzó un preacuerdo UE y Mercosur (integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Bolivia se une a estos en 2024), que en estos días se ha consolidado como acuerdo al ser firmado por la Presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen. Divulgué entonces el manifiesto No más agresiones ambientales en la Amazonía a través de la Asociación Española de Geografía (https://www.age-geografia.es/site/manifiesto-por-la-amazonia/). Se trató de un grito conservacionista a la vista de la destrucción del bosque amazónico, que se extiende por Brasil (63% de su territorio), Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Perú y Guayanas, pues en 2019 se había superado en más de 70.000 el número de fuegos del fatídico año 2016. La deforestación seguía avanzando desde la periferia de los Estados limítrofes de Rondonia, Mato Grosso y Pará, el área geográficamente conocida como “arco de la deforestación”. La situación amazónica, pues, dejaba patente que los celebrados acuerdos climáticos de Parés (2015) con sus pretensiones de parar la deforestación del Amazonía en 2030 y controlar los gases de efecto invernadero, eran ya papel mojado en 2019. Hablamos de un área dañada de más de 7 millones de km2, asimilable a Australia, a una cuenca oceánica, a un dominio climático o a un escudo geomorfológico. Pues bien, un quinquenio después (2019-2024), lo pactado entre UE-Mercosur crea una ansiada zona geoeconómica de libre comercio con más de 700 millones de consumidores, con consecuencias medioambientales directas sobre los ecosistemas, geosistemas, suelos, ciclo hidrológico y poblaciones asentadas, al abrir las puertas a las materias primas de la selva amazónica y no frenar las demandas de tierras públicas no reclamadas, lo que acelera “la agricultura de frontera”; o indirectas globales, tales como emisión de gas carbónico, modificación del albedo, los ciclos biogeoquímicos o los regímenes de precipitaciones regionales. Por otra parte, estos años han puesto de manifiesto que, ni las falsas promesas conservacionista de las partes, ni el eufemismo de una deforestación “aceptable” de los sistemas agro-ganaderos, han reducido el agro-business de monocultivos (de soja, fundamentalmente, pero también de palma aceitera, eucaliptos, caña de azúcar, o de caucho), el extractivismo minero (“una tierra sin hombres para los hombres sin tierra”) o las demandas comerciales y geopolíticas de lobbies y gobiernos. Ni tan siquiera el acuerdo final contempla incluir los incentivos financieros del Convenio de Cambio Climático para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero por la protección de las selvas. UE-Mercosur mantiene ahora que respetará lo contemplado en París (2015), pero hace ya casi una década que ha dejado de ser efectivo, como demuestran los inoperantes resultados de las cumbres climáticas posteriores. Alemania y España aplauden el acuerdo definitivo con Mercosur. La inasistencia de la Presidenta Ursula von der Leyen a la ceremonia de reapertura de Notre-Dame de París resalta la posición contraria de Francia a lo firmado, pues tampoco beneficiará las políticas agrícolas europeas (Francia y Polonia están en contra, Austria e Italia dudan), sólo avivará el consumismo industrial en los países del Mercosur al eliminarse más del 90% de los aranceles a los productos europeos.
Mientras, queda pendiente de ratificación por el Parlamento Europeo, donde se precisa mayoría. Y a continuación, la del Consejo, con un necesario 55% de los 27 Estados con al menos el 65% de la población de la UE. Por lo expuesto, yo soy uno de tantos europeos contrario a este acuerdo, que no protege a la Amazonía, y que tan deseado es por nuestro “sostenible y ecologista” gobierno español (con un antipático recuerdo para la ex ministra Teresa Ribera).
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