
La tribuna
Salvador Gutiérrez Solís
Adolescencia
La tribuna
La última ceremonia de entrega de los Premios Goya me volvió a parecer lo mismo que las anteriores: muy aburrida. Larga y aburrida, que es una combinación monstruosa para los impacientes como yo. Esa sensación de perder el tiempo que tanto me horripila. Una gala rematada por esa extraña concesión a la mejor película a dos películas al mismo tiempo. Dicen que hubo empate técnico. Más que extraña la situación, lo fue el momento, ese no decir y después rectificar, ese grito a destiempo, esa cosa rara que quedó. El remate.
Pasados los días, sigo pensando qué podrían hacer para que no resultase una gala tan larga, y por eso pesada, pero es mi opinión, claro. Yo comprendo que estrenar una película en España es un milagro y, si encima te la premian, es el no va más; y claro, cualquiera le dice a los premiados que no hablen. Después de todo por lo que han pasado, de tiempo y sofocones. Como para no dejarles hablar.
Una opción sería que solo hablase una persona por premio, con el disgusto que eso supondría para infinidad de madres, padres y sobrinos y sobrinas. Porque ha sido el año de los sobrinos, sí, cuántos mencionados, lo que deja claro que la natalidad está pasando por sus peores momentos en nuestro país. Tener un sobrino ha sustituido a tener un amigo gay.
Otra opción sería que el formato mitin que muchos premiados emplean se redujese. Que firmaran un manifiesto conjunto que luego repartieran a los medios de comunicación, expresando su preocupación por la vivienda, el medioambiente, las cancelaciones, el ultraliberalismo y lo que ellos y ellas considerasen. Estemos o no a favor de sus argumentos, son unos premios de cine, de películas.
He de reconocer que me han gustado varias de las películas premiadas y nominadas. No entendí nunca la multitud de nominaciones a La casa en llamas, cuando la que a mí me gusta, y mucho, es La casa, a secas. Muy buena adaptación del cómic de Paco Roca, y excelente interpretación, una vez más, de David Verdaguer, un actor con un talento increíble. Puedo decir lo mismo de Eduard Fernández, que está bien hasta cuando a Álex de la Iglesia se le va la pinza, o se pasa de monedas, que ya es decir. Memorable su charnego de extrarradio que busca su lugar en el mundo con las manos al volante de un autobús. Aunque estuvo nominado por su interpretación en Marco, me quedo con la de El 47, mucho más sensitiva.
Emoción es lo que no me ha transmitido la última película de Pedro Almodóvar. Al manchego le sigo perdonando casi todo, ya que es pieza fundamental de mi conformación cultural, y hasta personal, pero tengo la impresión de que cada día está más alejado de la calle, y que pierde contacto con la realidad película tras película. La infiltrada es Carolina Yuste, una actriz que crece en cada papel, y que se siente muy cómoda en esta historia dura y complicada, al lado de Luis Tosar, como siempre fiable y seguro. Tosar, a estas alturas, es como ese buen central que es tan difícil de encontrar y que hace bueno a cualquier equipo: te garantiza no perder, aunque no deslumbre.
Me cuesta explicar lo que me sucede con Segundo premio. Los Planetas es una de mis bandas favoritas, soy amigo de alguno de sus miembros, he pasado muchas noches en los locales que aparecen en la película, pero no emociona. No conecto. Y no sé por qué. Justo lo contrario que me sucede con La estrella azul. Fui fan de la banda del malogrado Mauricio Aznar, Más Birras, me gustaron mucho en su momento, pero nunca al nivel de mi atracción por la banda liderada por Jota. Cosas que pasan.
Puede que eso forme parte de la magia del cine. Los Goya hacen lo posible por hacernos ver que el cine español es posible, es bueno, tiene calidad, más allá del milagro. Y hacemos muy buen cine, es cierto, pero a lo mejor deberíamos aprender a premiarlo mejor, o a premiarlo más brevemente. No ha estado mal la cosecha de este año, a pesar de ausencias destacadas, especialmente de esos directores que son sinónimo de calidad como Alberto Rodríguez o Sorogoyen. Esperemos que este 2025 el cine español nos siga ofreciendo buenas películas, que tal vez sea lo único importante. Y lo de menos, una gala larga y aburrida.
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