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Con la llegada de un nuevo año, muchos de nosotros nos dejamos seducir por la promesa de los buenos propósitos: mejorar nuestra salud, aprender algo nuevo, viajar más o encontrar un balance entre lo profesional y lo personal. Sin embargo, detrás de estas resoluciones, a menudo se esconden expectativas externas, ideales impuestos y presiones culturales que nos hacen olvidar lo más importante: la libertad de elegir quiénes queremos ser, más allá de lo que otros esperan de nosotros. En esta época de introspección, propongo que el mejor propósito no sea una lista interminable de tareas o metas que se acumulen como pendientes, sino algo más fundamental: aprender a elegirnos a nosotros mismos, con todo lo que ello implica. Elegirse en libertad no significa huir de las responsabilidades ni renunciar a nuestros vínculos; significa conectar con nuestra verdad más profunda y construir nuestras vidas desde ahí.
Para explorar esta idea, no puedo evitar pensar en una de las obras maestras del cine que mejor retrata esta lucha por la libertad interior: The Truman Show, dirigida por Peter Weir. La película, protagonizada por un inolvidable Jim Carrey, nos cuenta la historia de Truman Burbank, un hombre cuya vida entera es un espectáculo televisivo sin que él lo sepa. Desde su nacimiento, Truman ha vivido en un mundo controlado por un omnipresente creador de su realidad, Christof, quien manipula cada aspecto de su vida, desde sus relaciones personales hasta su percepción del mundo exterior. Lo fascinante de The Truman Show es que no solo habla de la vigilancia o la manipulación, sino de algo más profundo: el poder de elegir. Truman, tras descubrir la verdad, toma una decisión radical que, aunque implica riesgo e incertidumbre, lo lleva hacia la auténtica libertad. Al salir del set de televisión que lo aprisiona, no solo se elige a sí mismo; elige un mundo sin guion, sin certezas y sin máscaras.
Este poderoso mensaje resuena en nuestra vida cotidiana. Con demasiada frecuencia, vivimos atrapados en los guiones de otros: las expectativas familiares, las normas sociales o las tendencias del momento. Nos movemos como actores en un escenario diseñado por fuerzas externas, creyendo que nuestras elecciones son realmente nuestras, cuando muchas veces son respuestas automáticas a lo que otros han dictado. La llegada del año nuevo es la oportunidad perfecta para cuestionar ese guion y, como Truman, atrevernos a salir del plató. Elegirse en libertad implica mirar hacia dentro y preguntarnos: ¿estamos viviendo la vida que queremos o la que otros han definido para nosotros? Por supuesto, elegir en libertad no es fácil. Muchas veces, la elección implica renunciar a la comodidad o desafiar las expectativas de quienes nos rodean. Puede significar cambiar de rumbo profesional, terminar una relación o simplemente aprender a decir “no” a aquello que no resuena con nuestro interior. Pero también es un acto profundamente transformador. Al elegirnos a nosotros mismos, nos damos permiso para ser auténticos y, desde ahí, construir una vida más plena.
El proceso de elegirse en libertad no tiene que ser radical ni inmediato. A veces, basta con pequeños gestos: tomarse un momento al día para conectar con uno mismo, cuestionar un hábito que ya no nos hace felices o simplemente atrevernos a soñar sin censura. Lo importante es mantener viva esa chispa de autenticidad, esa fuerza interior que nos invita a ser quienes realmente somos. Al igual que Truman, todos llevamos dentro la capacidad de abrir la puerta hacia una vida más libre. Puede que al principio sintamos miedo o incertidumbre, pero también hay una inmensa belleza en el hecho de caminar hacia lo desconocido, sabiendo que cada paso nos acerca más a nuestra verdad.
Este nuevo año, en lugar de hacer una lista interminable de metas, querido lector, querida lectora, invito a plantear una sola pregunta: ¿cómo puede elegirse a sí mismo en libertad? Quizá la respuesta le sorprenda, o quizá ya la conozca, pero aún no se atreva a ponerla en práctica. Sea como sea, recuerde que la verdadera transformación comienza cuando nos damos permiso para ser quienes realmente somos, sin guiones ni máscaras. Como Truman al cruzar esa puerta hacia lo desconocido, todos tenemos la oportunidad de salir de nuestro propio plató y elegir una vida más auténtica. Porque al final, el mejor propósito no es cumplir con las expectativas externas, sino ser fieles a nosotros mismos y vivir desde la libertad de ser.
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