Manuel Gracia Navarro

En el punto de mira

La tribuna

La senda que transita el PP es muy incierta, indudablemente tiene riesgos, pero no es el menor de ellos que probablemente el lugar al que conduzca será el de una mayor crispación política

En el punto de mira
En el punto de mira / Rosell

09 de octubre 2023 - 00:00

A raíz del incidente que ha sufrido el diputado Óscar Puente en su viaje a Madrid en el AVE después de su intervención en el debate de la fallida investidura de Feijóo, se han producido reacciones de diversa naturaleza, en muchos casos referidas a la personalidad del acosador e incluso del acosado, pero por encima de todas ellas debemos reflexionar sobre un hecho incuestionable: algunos, especialmente algunos dirigentes de la derecha, como Tellado y Bendodo, han justificado el acoso, las presiones y hasta la invasión de la vida privada del diputado, en nombre de una curiosa lógica. Para Tellado, Puente se comportó como “un matón de patio de colegio”, por lo que es normal que sufra las consecuencias. Para Bendodo, al intervenir en el debate en nombre del PSOE, Puente fue puesto “en el punto de mira mediático”, por lo que lo sucedido entra en el terreno de lo previsible por el mero hecho de actuar como portavoz de dicho partido. Esa lógica establece una relación causal amenazante muy inmoral, por cierto: si usted me canta las verdades del barquero aténgase a las consecuencias porque lo pondré en el punto de mira.

De lo referido se pueden extraer algunas conclusiones, ninguna de ellas muy halagüeña para la calidad de nuestra vida política. He visto y escuchado con detenimiento las palabras de Óscar Puente en el Congreso de los Diputados, y no he encontrado el más mínimo rastro de violencia o matonismo de ninguna clase, a menos que alguien considere propio de matones recordar a Feijóo y a su partido algunas evidencias probadas y de conocimiento público, como su relación personal prolongada con un narcotraficante, o que vea violencia en recordar que su partido ha protagonizado diversos casos de corrupción penalmente sentenciados, o específicamente el más que discutible cobro de sobresueldos practicado por muchos de sus dirigentes desde hace largos años. Es comprensible que ese recordatorio incomode a la derecha, pero no por incómodo deja de ser absolutamente cierto lo que señalaban las palabras de Puente. Por otra parte, si hubo matonismo en ese debate seguro que se podría atribuir a las amenazantes palabras finales de la intervención del señor Abascal.

¿Por qué, pues, se produce una reacción tan virulenta y desaforada? ¿Por qué encuentra el PP plenamente justificado lo sucedido, poniendo “en el punto de mira” a quien realizó una crítica tan dura como veraz de su candidato y de su partido? ¿Qué se pretende con esa justificación, sino la de poner en el punto de mira a quienes se atrevan a hablar en nombre del PSOE para que sepan las consecuencias posibles que respecto de su vida personal y de su libertad se puedan derivar? A partir de ahora, cualquiera sabe que para la derecha acosar, señalar, insultar y vejar a una persona del PSOE tiene patente de corso: es la vieja técnica de la extorsión por amenazas, que tan bien hemos visto descrita en películas como El Padrino, o de la simple y pura delación por señalamiento, que con tanta fruición supo utilizar la derecha española durante décadas de nuestro siglo pasado tras el golpe de estado de Franco. Esta es la cruda conclusión a la se llega, visto el entusiasmo con que Feijóo y la cúpula del PP han proporcionado coartada a comportamientos despreciables e inaceptables en buena lógica democrática.

La democracia liberal y representativa, esa que establece y configura nuestra Constitución, no sólo consiste en nuestro estado de derecho entendido como separación de poderes, sino que, con carácter previo, se fundamenta en los valores de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. Es este último valor, el del pluralismo político, el que se ve amenazado gravemente si a través de hechos o de silencios normalizamos en nuestra vida política comportamientos que suponen de hecho coaccionar y amedrentar a representantes de la ciudadanía o a quienes militan o simpatizan en una determinada fuerza política. La senda que transita en estos momentos el PP es muy incierta, indudablemente tiene riesgos, pero no es el menor de ellos que probablemente el lugar al que conduzca será el de una mayor crispación política y social, de la que su beneficiario mayor será quien a su extremo derecho le está robando no solamente algunos elementos simbólicos sobre la violencia machista, la educación o la crisis climática, sino también la expresión en la calle de la violencia y del rencor como forma de hacer política. Deberían cambiar “de punto de mira”, porque los carga el diablo.

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