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La condena a muerte por crucifixión de Jesús de Nazaret fue "ilegal, injusta y arbitraria, y contravino las leyes penales y procesales hebrea y romana". Así lo ha advertido este sábado el letrado mayor del Consejo de Estado, Alfredo Dagnino y Guerra, durante la lectura de la XXX Sentencia organizada en Montilla por la Centuria Romana Munda. En una extensa exposición en el salón San Juan de Dios ante numerosas autoridades, el reputado profesor de Derecho Público ha analizado desde el punto de vista jurídico el procedimiento que cambió la historia de la civilización occidental.
En primer lugar, Dagnino y Guerra ha advertido de que los sacerdotes del Sanedrín "conspiraron contra Jesús, antes incluso de ordenar su detención, por motivos ajenos por completo a la imputación penal por un delito que le correspondiere juzgar con arreglo a las leyes penales y procesales hebreas". Y no solo eso. Ordenaron su prendimiento en base a la traición de uno de sus seguidores, Judas Iscariote, que ofreció "de forma imprevista" un testimonio de cargo con el que "improvisaron" una acusación formal, "a sabiendas incluso de que no resultaba fundada".
Una vez arrestado, dispusieron que Jesús fuera llevado primero ante Anás y luego ante Caifás y, ante el arrepentimiento de Judas y pese la ausencia de una acusación formal, el Sanedrín "decidió proseguir con el procedimiento incriminatorio incoado", entregándole a Poncio Pilato.
"Resulta también probada la evidente y grave responsabilidad de Pilato en la pasión y muerte de Jesús, cuya actuación en nada se compadece con el proceder de un juez justo e independiente y respetuoso con los derechos y garantías procesales del imputado", ha expuesto el jurista. Según Dagnino y Guerra, Pilato "asumió la competencia para juzgar a Jesús sin haber una acusación formal previamente formulada y fundada al menos en indicios racionales de haber cometido un delito cuyo enjuiciamiento correspondiera al fuero procesal de la autoridad romana".
En suma, "asumió proseguir el proceso tras el interrogatorio de Jesús a sabiendas de no encontrar motivo alguno para dudar de su inocencia y menos aún para fundar su condena con arreglo al derecho penal romano". Y, pese a ello, declinó absolverlo, ordenó su flagelación, que fue "ejecutada con una dureza y crueldad extremas", y lo condenó a morir en la cruz.
"A partir de todo cuanto se ha expresado, resulta probado que el proceso a Jesús no se basó en la rectitud de la Justicia, sino en la arbitrariedad y la iniquidad más absolutas, hasta el punto de constituir lo que puede denominarse un verdadero asesinato judicial", ha advertido el profesor, que con estas palabras ha parafraseado a su antecesor, el magistrado Jorge Rodríguez-Zapata y Pérez.
El también integrante de la Academia de la Diplomacia del Reino de España ha abundado en que no es posible determinar con absoluta certeza qué fue exactamente lo que motivó la detención de Jesús, si bien "cabe pensar que no fue la supuesta profesión de mesianismo de Jesús hecha por sus discípulos, ni tampoco la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aunque los evangelistas la destacan como proclamación pública de su dignidad regia".
Cuestión distinta -ha advertido- fue el incidente del Patio de los Gentiles y la expulsión por Jesús de los mercaderes del Templo de Jerusalén, pues pudo provocar la cólera de la aristocracia sacerdotal judía.
Así, la propagación del suceso, unido a los rumores de la aparición del Mesías y de la inminente destrucción del templo "pudo confirmar los temores del Sanedrín de una inminente sublevación popular religiosa de consecuencias nefandas para sus intereses", ha argumentado. Y, al propio tiempo, fue la "excusa idónea" para trasladar a las autoridades romanas el riesgo de una sedición y recabar así la ayuda de Pilato para juzgar y condenar a Jesús.
En este contexto, sacerdotes y fariseos resolvieron acabar con Jesús, tal como revelan las palabras del Sumo Sacerdote Caifás, al convenir “que muriese un hombre por todo el pueblo y no que pereciese todo el pueblo”.
Entrada ya la noche, y ante el altar mayor de la parroquia de Santiago, a los pies de la imagen del Ecce Homo esculpida por el escultor e imaginero Juan de Mesa El Mozo a finales del siglo XVI y bajo el imponente Santo Cristo indiano de Zacatecas, ha llegado el momento irremediable del fallo a muerte. "Te condeno Señor, porque tu muerte en la cruz, muerte verdadera, precedida del sufrimiento la angustia y el suplicio, la arbitrariedad y la iniquidad contra tu persona, la traición de un discípulo, la negación de otro y el abandono por casi todos; es fuente de amor y caridad infinita, que nos transforma y redime", ha finalizado Danigno y Guerra ante un auditorio conmovido.
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